Hoy me acuesto en el árbol
donde alguna vez quisimos tatuar nuestros nombres,
esa tarde dulce donde los pájaros se posaban en sus ramas
para admirar nuestro
amor,
el viento refrescaba nuestros rostros,
el cielo dibujaba corazones.
Nos besamos infinitamente,
el tiempo se comportó inclemente, pasó demasiado rápido,
la noche poco a poco nos cobijo con sus estrellas
Nos miramos y decidimos
que ese árbol no merecía ser
lastimado,
Que nuestro amor no necesitaba ser registrado en él,
Nuestro amor seria tatuado en nuestros corazones,
Y el árbol se convertiría en nuestro más fiel testigo.
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