Observo desde el
infinito tus largos brazos,
arácnidos en
genuflexión,
enredados en el
pasar de las estaciones
de aquel tren que
anida en tu copa.
Tú, arraigado a la
tierra
con tus anillos de oxigenación dándole vida
a aquel verano
inerte.
Llegaste como el pequeño brote verde
de mis sinrazón,
hoy eres el sueño de
aquel niño
que colgado de tus
ramas, balanceaba ilusiones,
tú, guarida,
escondite del lobo
que da miedo entre lazos de fantasía,
tú, regazo del
pastor,
sombra que da vida
al que parecía un perpetuo astillar.
Quieres mantenerte
firme
aún entre el paso de los huracanes,
nombre de un
insomnio
del corazón grabado,
tatuaje en tu dura piel.
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