Imitando a tus labios la color
otro cíclope triple muestra rojo
el escándalo vítreo de su ojo
que detiene las toses del motor.
Entre el
tráfico, ajena a su clamor,
aprovechas la espera sin enojo,
te peinas y te miras de reojo
en el viejo cristal retrovisor.
Mientras tanto, impaciente de tu piel,
muero por
escuchar el sobresalto
de tu coche subiendo por la cuesta.
Qué mordiente la espera, qué cruel
el tiempo detenido en el asfalto
cuando viene el amor en un Ford fiesta.
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