Soñé que te conocí hace un millón de
años,
o dos millones quizá,
cuando transitábamos por este mundo
en carne viva,
lleno de espíritus primigenios y aún
no convertido en inacabable valle de
lágrimas.
Sin nombres lógicos ni estirpes
culpables,
la libertad nos mordía mientras
volábamos
entrelazados hacia la bóveda de un
cielo
más firme y más azul.
Te vi morir, resucitar y reencarnarte
una y otra vez
como el ángel caído y no vencido de
los cuentos antiguos.
Durante las noches de invierno,
los pastores en sus cuevas,
acurrucados alrededor del fuego,
removían las cenizas
mientras te culpaban, adorada y
temida,
de sus propios actos infames,
al modo de niños caprichosos,
abandonados
a su suerte por un padre esquivo y
distante.
Contemplé tu rostro de primavera
renacida,
crisol y fragua de la más clara
humanidad,
mirando con lucidez y desesperanza
por la sangre y la locura.
Exquisita forma de expresarte. Poesía desde el alma.
ResponderEliminarFelicidades!!!
¡Preciosa!
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