G Nunca encajo en ningún
sitio, se sentía diferente y los demás se lo hacían saber. En el colegio, los
gnomos se reían de él, andaba solo y taciturno, sin llegar a entender por qué
iba a la escuela nocturna donde los alumnos eran más mayores ; enanitos
repetidores, trasgos rebotados y elfos problemáticos. Su madre, su única fuente
de cariño, le decía tajantemente que la luz del sol era perjudicial para su
salud y que su organismo podía sufrir un colapso por exposición directa a sus
rayos.
El verano era la peor
época, los habitantes del bosque disfrutaban del buen tiempo y los más jóvenes
subían al territorio de los Hobbits para bañarse en el inmenso lago de aguas
frescas. Año tras año, solicitaba permiso para ir con los otros, pero su madre,
acariciando su peluda cabeza, le repetía que el agua era otro elemento a evitar
para tener una vida larga y próspera.
Un día, con motivo de la
fiesta de la cosecha, llegó al pueblo un duende irlandés llamado Patrick,
feriante y propietario de una gran seta a modo de carpa, en la que proyectaba
películas y dibujos animados. Para G, que adoraba las historias que veía por
televisión, era un hecho mágico y una agradable novedad en su aburrida
existencia. Así, convenció a su madre de que le dejara ir al estreno,
prometiéndole que no comería palomitas después de medianoche.
Estaba radiante, sus ojos
se agrandaron como los de un furby hasta que comenzó el film y entonces vio su
rostro afable y bondadoso en la pantalla y empezó a comprender. Entendió que
era adoptado, el porqué de su aspecto distinto y en su alma se rompió el sueño
de ser un pitufo o un fraggle, seres angelicales y generosos. El, era
diferente, bipolar y con dos personalidades, la conocida y otra que con tanto
desvelo su madre le ocultaba.
Aquella noche, en la
sesión golfa, Spielberg le reveló a G su realidad y le puso ante su encrucijada
;seguir siendo un inadaptado en un mundo hostil o aceptar su condición de
Gremlin y adaptar el mundo a base de hostilidad.
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