La
nieve ha ensabanado la sierra de Periate y los tejados de Orce, mientras un
frío siberiano (nueve grados bajo cero, oiga) recorre sus calles al son de los
incansables redobles de tambores de la soldadesca. Pero el programa de fiestas
de San Antón, del día 18, no perdona: “Queda todo el pueblo invitado a comernos
una vaca...”. Y unas horas después del rancho, tiene lugar el ‘Desfile de la
Zorra’, donde van todos los participantes. El domingo por la tarde viene la
bajada a la ermita de San Sebastián; y poco después tienen lugar las luchas
entre moros y cristianos... Éstos, finalmente, dan un golpe de mano y recuperan
al santo. Y luego, todos juntos, se dirigen a las puertas de la iglesia de
Santa María, donde bailan sus banderas y dan vivas a San Sebastián. Reseñar que
estos tradicionales y festivos enfrentamientos, entre ‘moros y cristianos’,
vienen celebrándose en Orce desde 1639. Seguidamente hay un pasacalle de
soldados y danzantes –hacen un baile
muy original, que recuerda a los seises–, con Cristo al frente vestido de
‘Cascaborra’. Y así andan estos días por aquí: entre briegas y algarabías,
bailes –gandulas y rondeñas– con ‘cuerva’ y jaleo de petardos.
Escribo
desde estas tierras altas de frontera, donde lo mismo te hacen una lata de
cordero al horno que unos andrajos con liebre en el bar del ‘Remolacho’.
¿Cuántas veces, de niño, habré soñado que me encontraba en Orce? Por eso,
cuando paso por sus viejas calles y hablo con sus gentes amables y cumplidas, o
simplemente veo unas habas desparramadas en la era, secándose al sol, me vienen
recuerdos de la infancia. Pascual Madoz, en su ‘Diccionario Geográfico’, de
1850, describía la situación de Orce de esta singular manera: “Se halla
escondido en la embocadura de un barranco y resguardado de todos los
vientos...”. ¡Como si Orce tuviera puerto de mar! Juan Antonio Casanova preside
la asociación “Ciudadanos por Orce”. Afirma que “esta zona está muerta y,
además, no dan permiso para las excavaciones en Venta Micena”. Antonio Sánchez es
el tesorero: “Hoy los campos están mejor cultivados, sin embargo, el agricultor
gana menos que antes”. Mientas tanto, Orce está esperando que se produzca el
milagro: la aparición de un zancajo del ‘Abuelo de Europa’. Y estos días nos
hemos enterado que tenía un ‘pariente’ en Galera, cerca de la cueva del
‘Rizao’.
En
los años setenta, el tío Pérez componía trovas y cantaba los ‘vítores’. Ya de
viejo, cuentan que tenían que llevarlo en un carrillo de ruedas por las casas
de los vecinos, mientras improvisaba las coplillas: (redoble de tambor)
“¡Vítor, vítor, vítor, que viva el señor alcalde, que quiere traer agua a
‘punta pala’ ‘pa’ ahogarnos a ‘tos’...!”. Y al terminar, toda la soldadesca que
lo acompañaba respondía a grito limpio: “¡Vivaaa!”. Suena de nuevo el redoble
del tambor –¡porrón, pon...! –, y pescan y se van con la música a otra casa. En
cambio, hoy los ‘vítores’ se leen en la Casa de la Cultura, pero han perdido
ingenio y frescura. Es habitual que se ‘ceben’ con el alcalde, pero a José
Ramón Martínez se le ve que tiene ganas de hacer cosas. “Está claro que no
quieren que Gibert excave. Pero no entiendo porqué no permiten trabajar en
Venta Micena”. Y añade: “¡También prometieron 1.500 millones de pesetas para el
Centro Museístico!”.
Dicen
que en el palacio de los Segura celebraban aquelarres en el siglo XVII. Pero
mis problemas empiezan cuando decido borrar lo escrito y no hacer ninguna
mención al palacio, donde voy a pasar la noche. Al poco, inexplicablemente, se
me cae la goma al suelo..., y durante la noche estuve oyendo extraños ruidos.
El colmo fue cuando, a la tarde siguiente, estoy recogiendo mis cosas para
irme. Oí un portazo tremendo en el piso de abajo y, cuando bajé, ninguna llave
entraba en la cerradura: me había quedado completamente encerrado. No sé cómo
abrí la puerta de enfrente, luego levanté el pestillo del portón de la entrada
principal y fui arrastrando poco a poco una hoja. El antiguo gobernador, don
Andrés Segura, debe ser un fantasma vividor y vanidoso que ha intentado impresionarme...
Pues, no en vano, el palacio es conocido también como ‘Casa de los Duendes’.
Amador
Cañabate dirige la revista ‘Alcazaba’ y promueve los vítores: “¡Vítor, vítor,
vítor! Los zagales de primero de ESO, / tantos móviles que compran / que no
sirven ‘pa’ ‘ná’. / Pues tienen a las novias ‘abandonás’”. Amador, además, es
un poco el ‘guardián’ de la tradición. Hace dos años corregía un desaguisado,
poniendo las cosas en su sitio: “Y a propósito de danzantes y tradiciones, a
San Antón, cuando acaba su baile, se le dice ‘viva San Antonio Abad’, y no,
‘viva San Antón bendito’”. Sin embargo, antaño existía una costumbre que, en
parte, se ha ido perdiendo. Finalizadas las fiestas, tiene lugar lo que aquí
llaman el santo ‘parriba’ y santo ‘pabajo’. Los devotos le hacen promesas al
santo de los animales, de manera que lo están subiendo y bajando de la ermita
hasta cerca de la Semana Santa. Y cuando está nevando –recuerdan los más
ancianos–, a San Antón se le ve orgulloso, con su cresta de nieve en la cabeza.
Pero hoy los tiempos son otros y, además, el patrón ya no está para muchos
trajines... Es como me confesaba aquella buena mujer: “¡Cucha que te diga: hoy
a San Antón sólo lo sacamos para las cosas precisas!”.
Publicado en
Ideal, el 21 de enero de 2003
Posdata: el
alcalde de Orce, José Ramón Martínez, me invitó a las fiestas de San Antón Orce
y le escribí este artículo. Pasé una noche toledana en el Palacio de los
Segura, pero por la mañana me emocioné cuando sacaron a San Antón de la ermita:
era la misma escena que mi madre, tíos y abuelos habían contemplado unas
décadas antes.
De mi libro ‘Artículos del Altiplano y
de Granada’
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