Cada
vez que se veían era como volver a empezar.
Ella volvía años atrás y miraba
como si todo fuera nuevo. Él, desde aquel
entonces brutal, la esperaba para siempre en la parte antigua de San
Cataldo. Mariana no podía olvidar…
He
paseado tantas veces por sus calles que ahora, estando presente, no estoy tan
segura si son de verdad o las que
inventé para mí. Me siento pequeña ante la inmensidad de su catedral
románica y hasta un poco perdida, no sé muy bien hacia dónde mirar.
De
nuevo en el hotel. Tomo una ducha muy caliente y me envuelvo en un enorme
albornoz azul. Me acerco a la ventana y miro hacia el fondo, no hay nadie en la
plaza. Desaparecen las sombras poco a poco, mientras cientos de luminarias van
decorando las calles en un sorprendente zigzag.
Aún
tengo el pelo mojado y siento algo de frío, pero no importa, voy a prepararme
una buena taza de té y me quedaré aquí. No puedo dormir sin antes verla
brillar. Mi inseparable cuaderno y su amiga pluma me piden que deje volar
mis manos, hasta plasmar el pensamiento más íntimo.
El
silencio de la noche no disminuye la esencia de lo vivido. Aquí y allá, piedras
cargadas de historia me emborrachan, dejándome saltar a un mundo de fantasías
donde gnomos y hadas regalan sonrisas y los duendes de la palabra se adueñan de
las mías sin que pueda evitar que vuelen por sí mismas.
Poco
a poco el papel se va impregnando con mis propios pasos, flanqueados por ecos
puntiagudos que suenan en mis oídos como voces en blanco. Son los
fantasmas de los sueños que no se resisten a ser reemplazados, pues el tiempo
de vivir, llegó para esta humilde voz que traspasó la puerta de un mundo
desconocido.
Puede que parezca extraño, pero las palomas negras me intimidan. Siento escalofríos. Cierro la ventana y me olvido de ellas. He dejado caer mi albornoz; desnuda ante el espejo me doy cuenta que me brillan los ojos, miro hacia la cama y sonrío.
Volveré a zambullirme en el silencio de mis paseos y seguiré tomando notas en mi viejo cuaderno. Me iré por la mañana temprano, aunque sé que regresaré a esta balsámica ciudad en cualquier momento, no sé cuando, pero siempre estaré cerca para hacer realidad aquel sueño que, la vida y el amor me hicieron tejer, a pesar de la muerte y de los años.
En aquel apartado lugar hace ya mucho que sólo hay hojas secas.
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