La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

viernes, 14 de septiembre de 2018

MÁS ALLÁ DEL OLVIDO, por Alicia María Expósito.




Cada vez que se veían, siempre en el mismo sitio, siempre a la misma hora, el tiempo se dejaba morir, porque  no existe cuando toda la vida cabe en unos ojos.
Ya en plena madurez, disfrutaban de una existencia plácida, suave. El mundo era bueno con ellos y ellos, a estas alturas, bien podían dormir tranquilos.
Pero a veces, la vida se rebela contra el mundo y basta un instante, uno solo,  para que todo se derrumbe, como un castillo de naipes en las manos de un niño.
Un día, los minutos comenzaron a llenarse de vacíos, como pequeños abismos imperceptibles al principio, pero que poco a poco fueron creciendo hasta que el tiempo dejó de tener sentido.
Juntos iniciaron el camino. Médicos , especialistas, diagnósticos…..médicos , especialistas, diagnósticos…y al final, una sola palabra, una terrible palabra para llenar sus vidas de silencios
“No hay duda….lo sentimos…..alzheimer…..”
Ninguno fue capaz de decir nada, solo se miraron, se dedicaron la primera mirada verdadera en muchos años. Una mirada llena de incertidumbre, de dudas…….de miedo.
Desde esa noche decidieron hacer un ejercicio de memoria. Se sentaban el uno frente al otro, cogidos de la mano y cerrando los ojos, recordaban…sus nombres…la fecha de su boda….el nombre de sus hijos… siempre preguntándose cómo es posible olvidar lo que tanto se ama.
El tiempo fue pasando (siempre el tiempo), masacrando la vida sin piedad alguna. Los abismos se convirtieron en olvidos, algunos imperdonables, y el cuerpo se rendía ante ellos. Una mañana ya no tuvieron fuerzas para levantarse.
Entonces llegaron ellos, los que nada comprenden. Les declararon incapaces y dijeron:
- “Ya no pueden seguir aquí. Hay que buscarles otro lugar donde los cuiden bien…” otro lugar quizá, para seguir muriendo.
Y una tarde fría de Enero decidieron dejarles en una residencia. Un centro de esos donde, durante ocho horas, varias personas se dedican a cuidar vidas ajenas por un módico precio, y luego, ya en su casa, son incapaces de cuidar las suyas propias.
Pero nada de  eso importaba ya., porque cada día,  en ese lugar, siempre a la misma hora, , sus miradas volvían a encontrarse y la vida germinaba ante sus ojos y surgía plena, solo para ellos, más allá del olvido, bajo el cálido sol del invierno.


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