“Nunca supo el secreto, mi amor. A pesar de los años que he
pasado a su lado, jamás se lo revelé. Esa fue nuestra promesa y así lo he
cumplido. Ahora que me queda poco tiempo de vida, quiero confesarte que no me
faltaron ganas de contarle que era nuestro hijo, que tuvimos que dejarlo con mi
hermana porque ni tú ni yo teníamos recursos entonces para mantenerlo, y porque
María ansiaba tener descendencia para salvar su matrimonio. Ni un solo día he
dejado de arrepentirme de aquella maldita decisión que las circunstancias nos
hicieron tomar. La misma que terminó por separar nuestros destinos. La que me
llevó a vivir siempre como una mujer incompleta.
He visto en cada gesto suyo, en cada palabra, las que nunca
más tuve de ti. Y no sabes cuánto me ha reconfortado tenerte muy presente a
través de él… y saber que aquel amor, tuyo y mío, deja un final feliz en este
mundo. Como decía mi madre, quien no tiene un hijo, no ha hecho nada importante
en la vida.
Hoy te escribo esta carta para decirte que te quiero. Sé que
nunca te lo dije y también intuyo que nunca me olvidaste. Llueve. Perfecto
final. He cerrado el último capítulo de mi libro, donde escribí tu nombre en
cada página. Sobre las letras de ese mismo nombre escritas en bronce la dejo…
junto a ti. En unos momentos me encontraré contigo, mi vida.”
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