Agua, fuego, tierra, aire. Luz que se envaina tras el
horizonte marino. Calor que emerge cual día desperezado. Mano que se hunde en
el fértil suelo del mañana. Soplo de frescor insuflado en una mirada…
Los cuatro elementos en suma armonía no pueden describirse.
Hacen necesario dar la mano a la intuición. Pero, ¿qué es la armonía sino un
concierto de todas las características de un sistema dado? Tenemos pues, a los
cuatro elementos de nuestro Mundo modelando paz en plena concordancia. Y eso,
que lo vemos escondido en las pequeñas-grandes cosas, lo hacemos con la
intuición. Un beso detrás de la oreja. Armonía.
Si decimos montaña, están ahí; si decimos desierto, están
ahí; si decimos ciudad, están ahí; y si decimos mañana, están ahí. Pero ellos
cuatro, en suma uno, conforman nuestro Ser, y es que la armonía de antes nos
incluye. Así, somos agua cuando lloramos, fuego cuando nos entusiasmamos, tierra
si acariciamos o aire al susurrar.
Son ellos nosotros, como nosotros, ellos. En ese sistema del
que hablábamos, no parecen existir, al fin, elementos.
Parece un sistema integral en el que todos somos unidad.
Aunque la razón no nos lo permita, todavía…
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