Escuché
decir una vez que la artritis
latía en los
arrebatos entre el éter y el fuego.
El pobre
Renoir nunca supo de esas peleas
mientras la
sal cruzaba en su cuerpo
la frontera entre lo sutil y lo
denso.
No te
resistas al cambio y muerde
aquel grano
de pimienta que guardaste
por miedo a
excitar el escozor de tus entrañas.
Permite dar
al poder residencia entre tu saber y tu sentir
y despierta en
tu memoria el pulso
del agua y de la tierra.
Acaso, ¿qué
esperas de la vida?
No te has
enterado
que las
princesas de tus cuentos
no creen en
la primavera
que trafican con nuestros
desmayos.
Según mis
cuentas sigues sin respirar
sin mesar
verdades al aire que trae la tarde
por eso
insisto, mezcla en tus manos
verde, azul y amarillo,
rebusca en
tus bolsillos
y muerde
aquella pimienta.
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