El horizonte envejece entrevelando formas
un día sí y otro tal vez, extiende paralelas relativas,
arquitectura distinta al zócalo en su lejanía.
Atardecer hondo causado por el espectáculo eterno
en todas sus orientaciones teñidas en satén rojo.
Llegó el momento de conjugar y llenar las horas
con imágenes de color puntual en su quietud.
Observo se despide la luz. Nos tomó delantera a nosotros
a los animales, a las plantas e incluso al pájaro
que vuela rozándome, mis dedos menudos enfocan el objetivo.
No hay soledad, no la hay, vuelve en vuelo bajo,
impacta como reto, la piel tiembla, la imagen existe.
Toca buscar otro lenguaje, otro movimiento, otra armonía,
otras venas que me justifique y me compare a la luz.
Domingo, notifico fotografías con la grandeza de su pulso
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