La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

viernes, 19 de abril de 2024

Entrevista a Juan M. Navarro Alfaro, autor de El afilador de estrellas.


Revista Ahorateleo

Editado en Guadix, Granada 

por Asociación para la Promoción de la Cultura y el Arte "La Oruga Azul"

ISSN  2952-5721



Querido Juan Manuel, háblanos un poco de ti.
Nací hace 53 años en Pedro Martínez, un pueblo de los Montes Orientales de Granada. Hijo de emigrante pasé toda la infancia con mi madre y mis abuelos. En las cartas que escribía a mi padre empezaron los primeros poemas.

Desde pequeño sentí verdadera pasión por todo lo relacionado con la historia, a ello contribuyeron indudablemente mis profesores de EGB y el sacerdote de Pedro Martínez, Don Miguel Díaz Alcalá.
Estudié bachillerato en Guadix, donde conocí a dos personas que me sumergieron en el mundo de la literatura, Antonio Enrique y Fernando de Villena, con los que aún mantengo amistad. 
Pasé unos años en Granada y Albacete terminando mis estudios, después me dediqué al negocio familiar.
En 1998 me casé con la persona que mejor ha entendido mi mundo interior como poeta, mi mujer. Junto a ella formé una familia en Mallorca, donde resido actualmente.

¿Qué podemos encontrar en las páginas de "El afilador de estrellas" 
Podemos encontrar muchas cosas que no nos gustan. Entre ellas, el fracaso de una sociedad inmersa en su destrucción, la falta de valores, el egoísmo individual y colectivo. Podemos encontrar una sociedad narcisista, gobiernos primitivos, retroceso en las libertades y falta de humanidad. Pero también podemos encontrar luces de esperanza y un hilo de luz que alumbra siempre un mañana mejor.                                   

¿En qué ingredientes reside la fuerza de este libro? 
honestidad y amor por la escritura.

¿Cómo  describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta la última?
Indudablemente estoy contento de la trayectoria a lo largo de los años, la poesía es más limpia y más directa. He conseguido despertar conciencias, dar voz a gente que sufre, dejando a un lado el yo poético de mis inicios. Poco a poco he dejado atrás al poeta que te cuenta su vida para involucrarme en la vida de los que más lo necesitan.

¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?
"Historia de rebelión y castigo de los moriscos del Reino de Granada". Luis del Mármol Carvajal. Lo elegí porque me apasiona la lectura de libros contados por alguien que vivió la historia en primera persona. Me gusta todo lo relacionado con los moriscos y el siglo XVI.

Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?
Claro, la mente de un poeta no descansa nunca. Ahora estoy sumergido en el comienzo de un nuevo poemario, "La orilla". La orilla es el fin y es el principio, es el margen, es la luz y es la oscuridad.  Si "El afilador de estrellas" surgió como un ser de luz, un luchador que ha sobrevolado el dolor y la esperanza de un mundo real y palpable, "La orilla" es un libro dedicado a las personas que luchan y surcan mares invisibles, los mares del alma. Hay millones de personas con grandes enfermedades surcando océanos interminables en pateras de papel, aferrados a la esperanza, buscando una orilla donde encontrar la paz, la cura, la esperanza o tal vez, la muerte. Estos versos serán un refugio, un bálsamo intentando que las palabras que salen de estas páginas, hablen al lector. La conciencia del mundo está muerta, necesitamos grandes dosis de generosidad para despertarla. Los poetas, desde la antigüedad, hemos sido considerados ángeles. Tenemos que acercarnos al oído de la gente y con sus palabras, su lenguaje, mostrarles que hay otro camino, un camino hacia "La orilla", donde se puede vivir en paz, al menos con uno mismo.


 

jueves, 18 de abril de 2024

AHORATELEO, revista literaria. Número 6. abril de 2024.


 Editado en Guadix, Granada 

Kafka en la orilla , por José Luis Raya Pérez.

 


Revista Ahorateleo

Editado en Guadix, Granada 

por Asociación para la Promoción de la Cultura y el Arte "La Oruga Azul"

ISSN  2952-5721

Leer y viajar es un placer para los sentidos que no debemos soslayar. Si ello se realiza al alimón, el elixir resultante es un licor ávido de deleite y conocimientos que producen un peligroso ensanchamiento de la mente, algo que pocas cosas en la vida te lo pueden ofrecer.

Desde hace tiempo tengo por costumbre echar en el equipaje algún libro que mantenga una estrecha relación con el país o la zona que visito, esto es, no tanto la típica guía de viajes como una novela o un poemario de algún escritor arraigado a esa tierra, mimetizado con el paisaje, la tradición, el pasado y el futuro de ese pueblo, sus creencias y sus gentes. Así pues, al autor lo tenía clarísimo: Haruki Murakami. Y la novela también, puesto que ya la había iniciado antes de planificar el viaje. Espero que le concedan de una vez por todas ese Nobel que se le resiste y no suceda como con otro de mis fetiches: Javier Marías.

En un tugurio de Tokyo, una noche de cervezas, un oriundo me preguntó en un deficiente inglés el motivo de mi viaje al país del sol naciente. La respuesta fue simple y demoledora a la vez, y ello dibujó una amplia sonrisa en el rostro de mi interlocutor difícil de olvidar, tan resplandeciente como el sol naciente. El mundo -le dije- se divide en dos partes: una es Japón y la otra el resto del mundo. De la misma manera, la Literatura la podría dividir en dos grandes bloques: Murakami y todos los demás. He de admitir que esto, tomado de manera literal, podría resultar ciertamente exagerado. Pero voy a argumentar el porqué.

En primer lugar, he de señalar que este autor ocupa un lugar destacado entre mis escritores de cabecera. Lo descubrí tarde, cuando hace años muchísimas librerías lucían en sus vitrinas gruesas columnas de su novela 1Q84, de claras reminiscencias orwellianas. Hay que anotar que la letra Q y el número 9 en japonés fonéticamente son gemelos. Entonces no pude parar y me bebí de un trago la trilogía conforme iba apareciendo. Después fui descubriendo sus obras anteriores y posteriores, empezando por Tokio Blues.

Kafka en la orilla es una de las que tenía pendiente y ya estoy salivando por la última que acaba de llegar a España: La ciudad y sus muros inciertos. Hay que destacar los títulos tan extraños que podemos hallar en su obra. Y es que su obra es realmente extraña, es decir, su contenido, la trama o la fábula que nos narra. Algunos la/lo tildan de realismo mágico, nada tiene que ver con el hispanoamericano a cuya cabeza se encuentra, como sabemos, Gabo.

Kafka en la orilla (del mar) toma el título de una pieza musical. Hay que puntualizar que Murakami es un excelente y pulcro melómano. A su vez hace alusión al protagonista de la historia: Kafka Tamura. Y obviamente al autor checo. El entramado narrativo se conecta a su vez con la tragedia clásica y el mito de Edipo. El tinglado armado, a priori, puede resultar complejo, pero si te dejas llevar por el magnetismo de las imágenes que crea y recrea, y permites que todo fluya sin pasarlo por el tirano tamiz de la razón, descubrirás que todo es más sencillo de lo que parece. Solo por el absorbente episodio inicial, en el que un grupo de escolares pierde el conocimiento en medio del bosque durante una excursión, debido supuestamente a una extraña fuerza procedente de otro universo, merece la pena empezar a leerlo. Todo ello narrado a fuego lento, como a mí me gusta,  intercalando supuestos testimonios sobre ese extraño incidente que determinará el devenir de la historia. El único niño que tardó tiempo en despertar de aquel desvanecimiento, y que hubo de ser ingresado, desarrollará unas facultades especiales, entre ellas el hecho de poder comunicarse con los gatos. Este crío, Nakata, puede confundirse con Kafka, son como un desdoblamiento espacio-temporal. Otro de los pasajes más intensos es la estancia del protagonista en una aislada cabaña junto al descubrimiento de los sombríos bosques japoneses, su espiritualidad y su hechizo. Estas imágenes las iba recordando y absorbiendo yo mismo conforme paseaba por la mágica y umbrosa naturaleza que rodea los templos de Kioto: nunca han estado tan estrechamente unidas la vida y la literatura. ¡Qué experiencia tan inefable e intensa!

La estructura narrativa del libro puede resultar tópica, se trata de esos argumentos o contenidos que fluctúan y se reencuentran. Los personajes te atrapan y no te sueltan. El lenguaje utilizado es tan asequible como el de un best seller, al menos no he de mirar de reojo el diccionario como sucede cuando leo a otro de mis autores fetiches: JM de Prada.

Kafka Tamura huye del hogar paterno a la edad de quince años, sin embargo, como Edipo, parece que se está metiendo él solito en la boca del lobo. El lobo negro del destino. Por otra parte, hay que esperar de Murakami que reinvente el mito, lo mismo que reinventa lo real y lo imaginado. Sencillamente no hay línea divisoria en ese mundo que concibe Murakami. Lo real puede ser imaginado y viceversa. Aparentemente, nos podemos encontrar frente a una novela de fantasía, como ese engendro de Johnnie Walker, que va vestido lo mismo que el icono de la botella de whisky y que pretende construir una flauta con el alma de los gatos que va matando. Esta excentricidad ni siquiera hay que “perdonársela” al gran Murakami, como haría el lector más ortodoxo, sino que tienes que integrarla y entenderla en ese universo particular y diferente que nos sugiere Murakami, igual que Japón, al que no puedes mirarlo con los mismos ojos que a tu país.

Otra de las imágenes sonoras que siguen repicando en mi cabeza es el tintineo de aquella dichosa campanita procedente de un pozo en La muerte del comendador. Se trata de una puerta abierta a otra dimensión. Una vez que nos situamos precisamente en la otra dimensión, dudamos si la real es la real. El genio de Murakami queda patente.

El autor fue galardonado con el Premio Princesa de Asturias 2023. Es tímido y esquivo. No concede entrevistas y huye de la prensa. De hecho, no pronunció ningún discurso. Huye de los homenajes y dudo que acuda a recoger el Nobel cuando se lo concedan. Vive en una casa aislada, lejos de Kyoto. Se rodea de perros y gatos. Se levanta antes del amanecer y corre como un poseso para ir configurando en su cabecita loca ese universo ajeno a lo mundano.

En efecto, Murakami y todos los demás, como Japón.

‘Una tela de araña que abraza y libera’: Entrevista a Gerardo Rodríguez Salas

 




Revista Ahorateleo

Editado en Guadix, Granada 

por Asociación para la Promoción de la Cultura y el Arte "La Oruga Azul"

ISSN  2952-5721


Querido Gerardo, háblanos un poco de ti.

Soy profesor de literatura inglesa en la Universidad de Granada. En 2017 me decidí a dar el paso de publicar mi creación literaria y fue con la colección de relatos Hijas de un sueño (Esdrújula). La muerte de mi abuela me provocó una tremenda sensación de orfandad. Sentí que la generación que ella representaba, que había vivido los horrores de la Guerra Civil y sus efectos, nos dejaba. Esta colección de relatos recrea el pueblo imaginario de Candiles y combina el lirismo de una prosa sencilla y poética con la recuperación de las hablas rurales y la memoria oral de las mujeres de pueblo. Pensé que mi incursión literaria empezaría y acabaría ahí, pero una vez abierta la puerta de la escritura no pude cerrarla. Como me decían que los relatos de Hijas de un sueño eran muy teatrales, adapté el que da título al libro y escribí un texto teatral titulado Vulanicos, que publicaron el Patronato García Lorca y la Diputación Provincial de Granada inaugurando la colección ‘Teatro bajo la arena’ en 2021. El director de escena jienense Tete Cobo llevó estos personajes a las tablas en una exitosa adaptación, que recorrerá en breve algunos pueblos de Granada. El lirismo siempre ha marcado mi escritura porque siento que es en la poesía donde más puedo aportar a la literatura y, así, en 2020 vio la luz mi primer poemario, Anacronía (Valparaíso), donde exploro la pérdida de un hermano a través de un viaje a las Antípodas que se convierte en un viaje hacia la reparación. Y ahora acaba de ver la luz mi segundo poemario, casi cuatro años después, también con Valparaíso: Los hilos de la infamia.

¿Qué podemos encontrar en las páginas de Los hilos de la infamia?

Es un libro muy distinto al anterior, Anacronía, donde buscaba una elegía sencilla y de lenguaje directo para combatir la pérdida de un ser querido. En Los hilos de la infamia, como dice Ángeles Mora en su magnífica contracubierta del libro, me enfrento a ‘la ruina material y moral de nuestro tiempo’ y lo hago a través de un juego intertextual donde dialogo con la tradición literaria universal, también con sus silencios y ausencias. Puesto que el motivo del tejido marca mi obra (mis padres eran tejedores), las escenas de los tapices de Aracne y Atenea me sirven como punto de partida para dialogar con la denuncia de la irreverente Aracne y traérmela a nuestro mundo fragmentado. Como dice Ángeles Mora, intento buscar sentido al espanto que nos angustia en este mundo que parece irse al traste. El resultado es una tela de araña que abraza y libera en lugar de una que atrapa. El público lector tiene un papel activo y debe tejer estos hilos si se atreve a adentrarse en sus páginas.

 

¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?

Yo creo que precisamente en el juego. Hay un juego pos-posmoderno que subyace a esta propuesta, tanto en el diálogo continuo con voces de la literatura universal (clásicas y contemporáneas) como con el juego métrico de los distintos poemas. Aunque se puede percibir una voz unitaria que va tejiendo estos retales en un mundo fragmentado, donde aparentemente no hay sitio para una nueva creatividad, la araña que va tejiendo esta tela nos propone este juego polifónico para aprender a habitar la ruina en la que vivimos.

¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta última?

Para mí cada proyecto literario es una indagación con entidad propia. A primera vista, y a juzgar por mi explicación en la primera pregunta, puede parecer que mis apuestas creativas son muy distintas entre sí. ¿Qué tiene que ver la ruralidad de Hijas de un sueño y Vulanicos con la lírica y sencilla elegía de Anacronía y con el barroquismo y laberíntico tejido de Los hilos de la infamia? Creo que en todos ellos subyace, espero, una voz lírica que, aunque ecléctica, tiene ciertos rasgos distintivos en esa polifonía que la recorre. Por otro lado, hay una apuesta contundente por rescatar la memoria, tanto personal como colectiva, dialogar con nuestros procesos identitarios y con la herrumbre del mundo en que vivimos. Para mí, como gritaban las feministas de segunda ola, lo personal es político. Y esa premisa marca toda mi escritura. 

¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?

El último libro que he leído, y he disfrutado muchísimo, es Perder el tiempo del poeta Guillermo Marco Remón. Parte del lugar común del tempus fugit para reflexionar sobre la necesidad de salir de la lógica capitalista del tiempo en la que estamos inmersas e inmersos, precisamente para abrazar nuestra finitud y disfrutar de ese tiempo que se nos ha regalado. Y lo hace con una madurez y una honesta sencillez que sobrecogen. Hacía tiempo que había leído algún poema suelto en redes y tenía ganas de encontrar el momento para leerlo pausadamente.

Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?

Siempre hay nuevos proyectos. Por lo pronto, un poemario, bastante avanzado, donde quiero profundizar en un tema que ha ido apareciendo desde el principio de mi incursión literaria: las identidades queerHijas de un sueño (relatos como ‘Babel’ y ‘A la vuelta de los sueños), Anacronía (poemas como ‘Hongi’) o la última sección de Los hilos de la infamia. A ver cómo y cuándo se materializa. Pero, por ahora, enredémonos en estos hilos.


Entrevista a Ernesto Calabuig, autor de "Todo tan fugaz".

 

Revista Ahorateleo

Editado en Guadix, Granada 

por Asociación para la Promoción de la Cultura y el Arte "La Oruga Azul"

ISSN  2952-5721


1. Querido Ernesto, háblanos un poco de ti.

No resulta fácil definirse. Creo que soy una persona que tiene entusiasmo aún por bastantes cosas, por la escritura, por la lectura, por la Filosofía, por practicar deporte o tocar la guitarra, por conversar con los buenos amigos y amigas. Imagino que inventar y contar historias es algo bastante connatural en mí. Desde pequeño me gustaba escuchar a los mayores y era fantasioso y hablador. Después fui fantasioso y escritor.

2. ¿Qué podemos encontrar entre las páginas de Todo tan fugaz?

Se trata del libro final de mi “trilogía de la fugacidad”. Un proyecto que comenzó en 2020 con La playa y el tiempo, continuó en el 2021 con Frágiles humanos y ahora este Todo tan fugaz. Son relatos de experiencias cotidianas, que hablan de la necesidad de sentirse vivos y recordar lo importante, lo misterioso, pese a la brevedad de nuestras existencias y la velocidad y el vértigo con el que pasa el tiempo. Hacer memoria de lo valioso es para mí una especie de obligación moral.

3. ¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?

Creo que es un libro entonado, poético, de madurez narrativa, que plantea asuntos que a todos nos conciernen y con los que mucha gente puede sentirse reconocida o identificada.

3. ¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta última?

No lo sé. Para mí escribir tiene mucho que ver con indagar, con sumergirse en lo que uno mismo es y en el mundo que le ha tocado vivir. Creo que lo consigo, una especie de reflexión, de mirada o pensamiento literario que transcurre o se revela en el interior de historias cotidianas.

4. ¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?

Mi profesión de crítico literario en El Cultural o en La Lectura de El Mundo hace que la mayor parte de las veces no sea yo el que escoge libros que me apetece leer, sino que recibo encargos de novelas o colecciones de relatos que debo reseñar. Lo último han sido autores como Osípov, Gospodínov, Hans von Trotha o Christian Kracht.

5. Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?

Ahora, después de haber cerrado la “trilogía de la fugacidad” estoy embarcado en una novela que voy escribiendo muy despacio. Tengo sólo unas setenta páginas “dadas por buenas”, pero aún falta mucho por inventar y por afinar para llegar a hacer algo que merezca la pena.

Entrevista a Santiago A. López Navia, autor de Pasmos de Tediato.

 


Revista Ahorateleo

Editado en Guadix, Granada 

por Asociación para la Promoción de la Cultura y el Arte "La Oruga Azul"

ISSN  2952-5721

 

Querido Santiago, háblanos un poco de ti

Soy catedrático de Literatura en la Universidad Internacional de La Rioja, en cuya Facultad de Educación desempeño la responsabilidad de vicedecano de Investigación, y compagino mis tareas académicas con la creación literaria y las labores de editor como miembro del comité editorial de La Discreta, que este año conmemora su vigésimo quinto aniversario fiel a su lema: “Náufragos en tiempos ágrafos”.

 

¿Qué podemos encontrar entre las páginas de Pasmos de Tediato?

Una respuesta comprometida a sentimientos muy diversos –sobre todo la extrañeza, la decepción, el dolor, la denuncia y en alguna ocasión una rabia indisimulada, pero contenida y tamizada por la sátira y el humor– planteada en tres partes, protagonizadas por sendos heterónimos: el poeta dieciochesco Tediato, Sir Yago de la Eterna Encrucijada, caballero aventurero ma non troppo, y el grumete James Wolfson.

 

¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?

Quisiera pensar que la principal clave de este poemario radica en lo que enuncia la segunda parte de su título: la gravedad de lo leve, es decir, la posibilidad de expresar una reflexión profunda y necesaria (al menos para mí) en un registro muy diferente del habitual.

Esta propuesta me resulta más fácil gracias al despliegue de un aparato ficcional sustentado tanto en los tres heterónimos a los que me refiero en la anterior respuesta como en la autoparodia, representada por un editor también apócrifo, Dióscoro Vagalume, capaz de espigar en una bibliografía igualmente inventada los testimonios más adversos sobre mi poesía. El poemario vuelve, en este sentido, por el camino abierto en otros poemarios de tono grave (por utilizar un adjetivo que representa claramente la oposición a la levedad que preside Pasmos de Tediato), en los que me propongo recordar que la poesía admite la ficción tanto como la prosa. El lector informado –el lector habitual de poesía, en fin– sabe que lo que cuenta la voz poética no tiene por qué ser siempre verdadero, aunque implique la recreación de un sentimiento verdadero. Digo consciente y deliberadamente “verdadero”, no “auténtico”.

 

¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta última?

Entiendo que aquellos que me lean están más cualificados que yo para contestar a esta pregunta. Creo ser consciente, en todo caso, de haber intentado construir en todo momento una obra honesta, comprometida, cordial e inteligible, traducida en poemarios de temática y factura diferentes pero presididos por el mismo aliento vital. Aquellos que me han privilegiado con su lectura son conscientes, por cierto, de la importancia que el juego de la heteronimia ha representado, como una constante, en los libros que he publicado hasta ahora.

 

¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?

Acabo de terminar el último libro de Emilio Gavilanes, La orilla del camino. Leer a Emilio Gavilanes es una experiencia gozosa donde las haya en la que la sorpresa, la conmoción, el aprendizaje y el descubrimiento de los entresijos del mundo y del hombre marcan cada texto y cada página. Uno llega a la última página absolutamente seguro de que ha pasado algo; más exactamente, de que le ha pasado algo, y algo de verdad importante.

 

Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?

Muchos. Tengo tres poemarios terminados en estado de reposo –creo que se entiende lo que quiero decir–, dos en proyecto y un libro de relatos a la mitad. Cada uno de ellos espera su momento y requiere su proceso. La creación literaria no se aviene con la prisa.


Entrevista a Carlos Olalla, autor de Mariposas en la niebla.

 


Revista Ahorateleo

Editado en Guadix, Granada 

por Asociación para la Promoción de la Cultura y el Arte "La Oruga Azul"

ISSN  2952-5721


Querido Carlos, háblanos un poco de ti.

Me definiría como un soñador sin remedio enamorado de la vida que siente la necesidad de compartir todo aquello que va encontrando en su camino, lo bueno y malo, porque en el mundo que nos ha tocado vivir por desgracia abunda más lo segundo que lo primero. No concibo permanecer impasible ante el genocidio del pueblo palestino, como tampoco frente al negacionismo del cambio climático, la desigualdad económica, la peligrosa y constante amenaza a la democracia que vemos en ese resurgir del fascismo o ese patriarcado que tanto se resiste a dejar que vivamos en paz. Son muchas las causas por las que luchar hoy y mantener un rayo de esperanza sin duda es complicado, muy complicado, pero necesario.


¿Qué podemos encontrar entre las páginas de Mariposas en la niebla?

Mariposas en la niebla es una novela que escribí durante el confinamiento cuando me documentaba para escribir un monólogo teatral sobre las poetas del exilio, doblemente castigadas al olvido, por su condición de exiliadas y, sobre todo, de mujeres. Aquella búsqueda me permitió conocer entidades como la Asociación Asturiana de Niños de Rusia, que me ofreció un material impresionante que han recogido durante años a base de testimonios de muchos de esos niños y también de sus descendientes. La epopeya de aquellos niños a los que sus padres enviaron a Rusia para ponerlos a salvo de la guerra de España tras el bombardeo de Guernica es una de las historias más impactantes y desconocidas de nuestra Historia reciente. Y, por desgracia, hoy está más actual que nunca: en apenas ochenta años hemos pasado de enviar a Ucrania a nuestros hijos para ponerlos a salvo de las bombas a que tengan que ser ellos ahora quienes nos mandan a los suyos. 

Las vidas de esos niños y niñas podrían dar para una serie de tv formidable y necesaria. Solos, en tierra extraña, tuvieron que vivir otra guerra, la Segunda Guerra Mundial. Lo que iban a ser solo unas semanas o meses alejados de sus familias y de su mundo acabó siendo una experiencia de casi veinte años. Algunos regresaron, otros se quedaron a vivir en la Unión Soviética porque habían rehecho allí sus vidas y otros partieron al exilio porque se negaron a volver a una España que nada tenía que ver con la que dejaron cuando se fueron.

Al final lo que iba a ser un monólogo teatral acabó convirtiéndose en esta novela que me ha dado uno de los regalos más bonitos que me ha hecho la vida: permitirme conocer a Carmen Castellote, una de aquellas niñas de Rusia que vive en México, la última poeta viva del exilio republicano, y a la que me une una profunda admiración y amistad. Es una poeta excepcional, amiga de León Felipe, Juan Rejano y los demás poetas de nuestro exilio y, gracias a haberla encontrado, se ha publicado su obra completa en España de la mano de la editorial Torremozas. Uno de sus poemas, “La guerra y yo”, posiblemente uno de los más bellos poemas antibelicistas que se han escrito jamás, empieza con este verso: “Caminos, kilómetros de tiempo…” Cuando le pregunté a Carmen qué significaba eso de kilómetros de tiempo me respondió “Para los exiliados la distancia nunca se ha medido en metros, sino en años, porque sabemos que jamás podremos volver”


¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?

Se trata de una novela que no pretende ser un estudio histórico, aunque la mayoría de las cosas que cuenta sucedieron en la realidad, sino una evocación de lo que aquellos niños y niñas pudieron sentir. Esta novela habla de la memoria entendida no como recuerdo sino como aquello que ha formado y forma nuestra identidad, porque la memoria no es pasado sino presente y, sobre todo, futuro.


¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta última?

Por circunstancias de la vida trabajé durante veinticinco años en el mundo de la empresa donde fui director regional de un banco británico y más tarde de una de las constructoras más grandes de este país. Fueron los peores años de mi vida porque allí aprendí que en ese mundo los valores se supeditan a los resultados económicos y las personas a los beneficios. Escribir fue mi válvula de escape. Necesitaba encontrar la belleza que no tenía en mi vida. Quizá por eso en mi primera novela (La sabiduría del silencio) no había ni un solo personaje “malo”, porque ya los tenía, y de sobras, a mi alrededor. Ponerme frente al papel en blanco fue descubrir un nuevo mundo, un mundo que, como un espejo, sacaba cosas de mí que nunca había visto antes. A aquel libro le siguieron otras novelas y poemarios que me han llevado a ser como soy. Necesito compartir lo que veo, lo que vivo, especialmente aquello donde encuentro belleza, y nada mejor que un papel en blanco para hacerlo.  


¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?

Soy lector por vocación. Leo mucho. Leer es dialogar con quien escribió ese libro, hacerle un hueco en nuestro corazón, escucharle, dejarle compartir nuestra soledad y que nos coja de la mano para guiarnos por su mundo. Esta mañana he acabado de leer “Entre hienas”, de Loreto Urraca, nieta de un policía franquista que en los años cuarenta colaboró con los nazis en Francia para deportar a los exiliados españoles. Él fue quien entregó a Lluís Companys a la policía española para que lo fusilaran. Loreto es su nieta y en su espléndida novela denuncia los crímenes que cometió su abuelo y nos hace una pregunta muy clara y directa: “¿Son los hijos y los descendientes de los genocidas y los torturadores víctimas?, ¿Qué hacer cuando descubres que un familiar tuyo es un torturador?, ¿Callar y mirar a otro lado o dar un paso al frente defendiendo todo aquello en lo que crees? En la próxima edición de FESCIMED, Festival Internacional de Cine por la Memoria Democrática, organizaremos un coloquio en el que intervendrá Loreto como representante en España de la asociación “Historias desobedientes”, formada por descendientes de torturadores de diferentes países.

Esta tarde he releído a Shakespeare y su Rey Lear porque la semana que viene tengo una improvisación en un teatro de Madrid en el que Cordelia, su hija, cuestiona su autoridad. Es una improvisación en toda regla a la que me enfrento sin saber absolutamente nada de lo que puede ocurrir en el escenario de la mano de Andrea Jiménez, que da vida a esa Cordelia y dirige una improvisación que hará cada día durante dos semanas con un actor diferente que llegará totalmente a ciegas al teatro.  

Durante estos meses tengo varias presentaciones de la novela y charlas en sitios tan dispares y atractivos como Ibiza, Puente Genil, Huelva, Murcia, Avilés… y, por supuesto, no me perderé los conciertos de Bruce Springsteen en Madrid y Barcelona y acudiré a mi cita anual en Peralejos de las Truchas en esa maravilla que es el ”Greetings from Peralejos”, un fin de semana tributo a Bruce con bandas y fans llegados de todas partes. 


Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?

Llevo un tiempo embarcado en una nueva novela. Se trata de una historia de amor imposible que conocí a través de una amiga, una de esas historias que te llegan a lo más hondo. Y en mi vertiente como actor estoy acabando el rodaje de “La deuda”, la última película dirigida y protagonizada por Dani Guzmán. En mayo estrenaremos la comedia “El submarino”, con Luís Mottola y Arantxa de Miguens, sobre la incomunicación de la pareja y que ha supuesto mi “pérdida de la virginidad” en la dirección teatral. Y ya para junio pondremos en escena una obra de creación colectiva sobre “La Retirada” que estamos haciendo desde el taller de teatro y memoria con los chavales y chavalas del colegio Lourdes Fuhem que tienen memoria democrática como actividad extraescolar. No soy persona a la que le guste planificar, pero son tantas las causas que defender y tantos los intensos momentos que vivir, que ellos solos llenan mi agenda. Y eso que una de mis canciones favoritas dice algo así como “No tengo planes más allá de esta cena…”