La Oruga Azul.
viernes, 19 de abril de 2024
Entrevista a Juan M. Navarro Alfaro, autor de El afilador de estrellas.
jueves, 18 de abril de 2024
AHORATELEO, revista literaria. Número 6. abril de 2024.
Kafka en la orilla , por José Luis Raya Pérez.
Leer y viajar es un placer para los sentidos que no debemos soslayar. Si ello se realiza al alimón, el elixir resultante es un licor ávido de deleite y conocimientos que producen un peligroso ensanchamiento de la mente, algo que pocas cosas en la vida te lo pueden ofrecer.
Desde hace tiempo tengo por costumbre echar en el equipaje algún libro que mantenga una estrecha relación con el país o la zona que visito, esto es, no tanto la típica guía de viajes como una novela o un poemario de algún escritor arraigado a esa tierra, mimetizado con el paisaje, la tradición, el pasado y el futuro de ese pueblo, sus creencias y sus gentes. Así pues, al autor lo tenía clarísimo: Haruki Murakami. Y la novela también, puesto que ya la había iniciado antes de planificar el viaje. Espero que le concedan de una vez por todas ese Nobel que se le resiste y no suceda como con otro de mis fetiches: Javier Marías.
En un tugurio de Tokyo, una noche de cervezas, un oriundo me preguntó en un deficiente inglés el motivo de mi viaje al país del sol naciente. La respuesta fue simple y demoledora a la vez, y ello dibujó una amplia sonrisa en el rostro de mi interlocutor difícil de olvidar, tan resplandeciente como el sol naciente. El mundo -le dije- se divide en dos partes: una es Japón y la otra el resto del mundo. De la misma manera, la Literatura la podría dividir en dos grandes bloques: Murakami y todos los demás. He de admitir que esto, tomado de manera literal, podría resultar ciertamente exagerado. Pero voy a argumentar el porqué.
En primer lugar, he de señalar que este autor ocupa un lugar destacado entre mis escritores de cabecera. Lo descubrí tarde, cuando hace años muchísimas librerías lucían en sus vitrinas gruesas columnas de su novela 1Q84, de claras reminiscencias orwellianas. Hay que anotar que la letra Q y el número 9 en japonés fonéticamente son gemelos. Entonces no pude parar y me bebí de un trago la trilogía conforme iba apareciendo. Después fui descubriendo sus obras anteriores y posteriores, empezando por Tokio Blues.
Kafka en la orilla es una de las que tenía pendiente y ya estoy salivando por la última que acaba de llegar a España: La ciudad y sus muros inciertos. Hay que destacar los títulos tan extraños que podemos hallar en su obra. Y es que su obra es realmente extraña, es decir, su contenido, la trama o la fábula que nos narra. Algunos la/lo tildan de realismo mágico, nada tiene que ver con el hispanoamericano a cuya cabeza se encuentra, como sabemos, Gabo.
Kafka en la orilla (del mar) toma el título de una pieza musical. Hay que puntualizar que Murakami es un excelente y pulcro melómano. A su vez hace alusión al protagonista de la historia: Kafka Tamura. Y obviamente al autor checo. El entramado narrativo se conecta a su vez con la tragedia clásica y el mito de Edipo. El tinglado armado, a priori, puede resultar complejo, pero si te dejas llevar por el magnetismo de las imágenes que crea y recrea, y permites que todo fluya sin pasarlo por el tirano tamiz de la razón, descubrirás que todo es más sencillo de lo que parece. Solo por el absorbente episodio inicial, en el que un grupo de escolares pierde el conocimiento en medio del bosque durante una excursión, debido supuestamente a una extraña fuerza procedente de otro universo, merece la pena empezar a leerlo. Todo ello narrado a fuego lento, como a mí me gusta, intercalando supuestos testimonios sobre ese extraño incidente que determinará el devenir de la historia. El único niño que tardó tiempo en despertar de aquel desvanecimiento, y que hubo de ser ingresado, desarrollará unas facultades especiales, entre ellas el hecho de poder comunicarse con los gatos. Este crío, Nakata, puede confundirse con Kafka, son como un desdoblamiento espacio-temporal. Otro de los pasajes más intensos es la estancia del protagonista en una aislada cabaña junto al descubrimiento de los sombríos bosques japoneses, su espiritualidad y su hechizo. Estas imágenes las iba recordando y absorbiendo yo mismo conforme paseaba por la mágica y umbrosa naturaleza que rodea los templos de Kioto: nunca han estado tan estrechamente unidas la vida y la literatura. ¡Qué experiencia tan inefable e intensa!
La estructura narrativa del libro puede resultar tópica, se trata de esos argumentos o contenidos que fluctúan y se reencuentran. Los personajes te atrapan y no te sueltan. El lenguaje utilizado es tan asequible como el de un best seller, al menos no he de mirar de reojo el diccionario como sucede cuando leo a otro de mis autores fetiches: JM de Prada.
Kafka Tamura huye del hogar paterno a la edad de quince años, sin embargo, como Edipo, parece que se está metiendo él solito en la boca del lobo. El lobo negro del destino. Por otra parte, hay que esperar de Murakami que reinvente el mito, lo mismo que reinventa lo real y lo imaginado. Sencillamente no hay línea divisoria en ese mundo que concibe Murakami. Lo real puede ser imaginado y viceversa. Aparentemente, nos podemos encontrar frente a una novela de fantasía, como ese engendro de Johnnie Walker, que va vestido lo mismo que el icono de la botella de whisky y que pretende construir una flauta con el alma de los gatos que va matando. Esta excentricidad ni siquiera hay que “perdonársela” al gran Murakami, como haría el lector más ortodoxo, sino que tienes que integrarla y entenderla en ese universo particular y diferente que nos sugiere Murakami, igual que Japón, al que no puedes mirarlo con los mismos ojos que a tu país.
Otra de las imágenes sonoras que siguen repicando en mi cabeza es el tintineo de aquella dichosa campanita procedente de un pozo en La muerte del comendador. Se trata de una puerta abierta a otra dimensión. Una vez que nos situamos precisamente en la otra dimensión, dudamos si la real es la real. El genio de Murakami queda patente.
El autor fue galardonado con el Premio Princesa de Asturias 2023. Es tímido y esquivo. No concede entrevistas y huye de la prensa. De hecho, no pronunció ningún discurso. Huye de los homenajes y dudo que acuda a recoger el Nobel cuando se lo concedan. Vive en una casa aislada, lejos de Kyoto. Se rodea de perros y gatos. Se levanta antes del amanecer y corre como un poseso para ir configurando en su cabecita loca ese universo ajeno a lo mundano.
En efecto, Murakami y todos los demás, como Japón.
‘Una tela de araña que abraza y libera’: Entrevista a Gerardo Rodríguez Salas
Querido
Gerardo, háblanos un poco de ti.
Soy
profesor de literatura inglesa en la Universidad de Granada. En 2017 me decidí
a dar el paso de publicar mi creación literaria y fue con la colección de
relatos Hijas de un sueño (Esdrújula). La muerte de mi abuela me provocó
una tremenda sensación de orfandad. Sentí que la generación que ella
representaba, que había vivido los horrores de la Guerra Civil y sus efectos,
nos dejaba. Esta colección de relatos recrea el pueblo imaginario de Candiles y
combina el lirismo de una prosa sencilla y poética con la recuperación de las
hablas rurales y la memoria oral de las mujeres de pueblo. Pensé que mi
incursión literaria empezaría y acabaría ahí, pero una vez abierta la puerta de
la escritura no pude cerrarla. Como me decían que los relatos de Hijas de un
sueño eran muy teatrales, adapté el que da título al libro y escribí un
texto teatral titulado Vulanicos, que publicaron el Patronato García
Lorca y la Diputación Provincial de Granada inaugurando la colección ‘Teatro
bajo la arena’ en 2021. El director de escena jienense Tete Cobo llevó estos
personajes a las tablas en una exitosa adaptación, que recorrerá en breve
algunos pueblos de Granada. El lirismo siempre ha marcado mi escritura porque
siento que es en la poesía donde más puedo aportar a la literatura y, así, en
2020 vio la luz mi primer poemario, Anacronía (Valparaíso), donde
exploro la pérdida de un hermano a través de un viaje a las Antípodas que se
convierte en un viaje hacia la reparación. Y ahora acaba de ver la luz mi
segundo poemario, casi cuatro años después, también con Valparaíso: Los
hilos de la infamia.
¿Qué
podemos encontrar en las páginas de Los
hilos de la infamia?
Es un libro muy distinto al anterior, Anacronía, donde buscaba una elegía sencilla y de lenguaje
directo para combatir la pérdida de un ser querido. En Los hilos de la infamia, como dice Ángeles Mora en su magnífica
contracubierta del libro, me enfrento a ‘la ruina material y moral de nuestro
tiempo’ y lo hago a través de un juego intertextual donde dialogo con la
tradición literaria universal, también con sus silencios y ausencias. Puesto
que el motivo del tejido marca mi obra (mis padres eran tejedores), las escenas
de los tapices de Aracne y Atenea me sirven como punto de partida para dialogar
con la denuncia de la irreverente Aracne y traérmela a nuestro mundo
fragmentado. Como dice Ángeles Mora, intento buscar sentido al espanto que nos
angustia en este mundo que parece irse al traste. El resultado es una tela de
araña que abraza y libera en lugar de una que atrapa. El público lector tiene
un papel activo y debe tejer estos hilos si se atreve a adentrarse en sus
páginas.
¿En
qué ingrediente reside la fuerza de este libro?
Yo
creo que precisamente en el juego. Hay un juego pos-posmoderno que subyace a
esta propuesta, tanto en el diálogo continuo con voces de la literatura
universal (clásicas y contemporáneas) como con el juego métrico de los
distintos poemas. Aunque se puede percibir una voz unitaria que va tejiendo
estos retales en un mundo fragmentado, donde aparentemente no hay sitio para
una nueva creatividad, la araña que va tejiendo esta tela nos propone este
juego polifónico para aprender a habitar la ruina en la que vivimos.
¿Cómo
describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta
última?
Para
mí cada proyecto literario es una indagación con entidad propia. A primera
vista, y a juzgar por mi explicación en la primera pregunta, puede parecer que
mis apuestas creativas son muy distintas entre sí. ¿Qué tiene que ver la
ruralidad de Hijas de un sueño y Vulanicos con la lírica y
sencilla elegía de Anacronía y con el barroquismo y laberíntico tejido
de Los hilos de la infamia? Creo que en todos ellos subyace, espero, una
voz lírica que, aunque ecléctica, tiene ciertos rasgos distintivos en esa
polifonía que la recorre. Por otro lado, hay una apuesta contundente por
rescatar la memoria, tanto personal como colectiva, dialogar con nuestros
procesos identitarios y con la herrumbre del mundo en que vivimos. Para mí,
como gritaban las feministas de segunda ola, lo personal es político. Y esa
premisa marca toda mi escritura.
¿Cuál fue
el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?
El
último libro que he leído, y he disfrutado muchísimo, es Perder el tiempo
del poeta Guillermo Marco Remón. Parte del lugar común del tempus fugit para
reflexionar sobre la necesidad de salir de la lógica capitalista del tiempo en
la que estamos inmersas e inmersos, precisamente para abrazar nuestra finitud y
disfrutar de ese tiempo que se nos ha regalado. Y lo hace con una madurez y una
honesta sencillez que sobrecogen. Hacía tiempo que había leído algún poema
suelto en redes y tenía ganas de encontrar el momento para leerlo pausadamente.
Y ahora qué,
¿algún nuevo proyecto?
Siempre
hay nuevos proyectos. Por lo pronto, un poemario, bastante avanzado, donde
quiero profundizar en un tema que ha ido apareciendo desde el principio de mi
incursión literaria: las identidades queer—Hijas de un sueño (relatos
como ‘Babel’ y ‘A la vuelta de los sueños), Anacronía (poemas como
‘Hongi’) o la última sección de Los hilos de la infamia. A ver cómo y
cuándo se materializa. Pero, por ahora, enredémonos en estos hilos.
Entrevista a Ernesto Calabuig, autor de "Todo tan fugaz".
1. Querido Ernesto, háblanos un poco de ti.
No resulta fácil definirse. Creo que soy una persona que tiene entusiasmo aún por bastantes cosas, por la escritura, por la lectura, por la Filosofía, por practicar deporte o tocar la guitarra, por conversar con los buenos amigos y amigas. Imagino que inventar y contar historias es algo bastante connatural en mí. Desde pequeño me gustaba escuchar a los mayores y era fantasioso y hablador. Después fui fantasioso y escritor.
2. ¿Qué podemos encontrar entre las páginas de Todo tan fugaz?
Se trata del libro final de mi “trilogía de la fugacidad”. Un proyecto que comenzó en 2020 con La playa y el tiempo, continuó en el 2021 con Frágiles humanos y ahora este Todo tan fugaz. Son relatos de experiencias cotidianas, que hablan de la necesidad de sentirse vivos y recordar lo importante, lo misterioso, pese a la brevedad de nuestras existencias y la velocidad y el vértigo con el que pasa el tiempo. Hacer memoria de lo valioso es para mí una especie de obligación moral.
3. ¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?
Creo que es un libro entonado, poético, de madurez narrativa, que plantea asuntos que a todos nos conciernen y con los que mucha gente puede sentirse reconocida o identificada.
3. ¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera
publicación hasta esta última?
No lo sé. Para mí escribir tiene mucho que ver con indagar, con sumergirse en lo que uno mismo es y en el mundo que le ha tocado vivir. Creo que lo consigo, una especie de reflexión, de mirada o pensamiento literario que transcurre o se revela en el interior de historias cotidianas.
4. ¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?
Mi profesión de crítico literario en El Cultural o en La Lectura de El Mundo hace que la mayor parte de las veces no sea yo el que escoge libros que me apetece leer, sino que recibo encargos de novelas o colecciones de relatos que debo reseñar. Lo último han sido autores como Osípov, Gospodínov, Hans von Trotha o Christian Kracht.
5. Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?
Ahora, después de haber cerrado la “trilogía de la fugacidad” estoy embarcado en una novela que voy escribiendo muy despacio. Tengo sólo unas setenta páginas “dadas por buenas”, pero aún falta mucho por inventar y por afinar para llegar a hacer algo que merezca la pena.
Entrevista a Santiago A. López Navia, autor de Pasmos de Tediato.
Soy catedrático de Literatura en la Universidad
Internacional de La Rioja, en cuya Facultad de Educación desempeño la
responsabilidad de vicedecano de Investigación, y compagino mis tareas
académicas con la creación literaria y las labores de editor como miembro del
comité editorial de La Discreta, que este año conmemora su vigésimo quinto
aniversario fiel a su lema: “Náufragos en tiempos ágrafos”.
¿Qué podemos encontrar entre las páginas de Pasmos
de Tediato?
Una respuesta comprometida a sentimientos muy
diversos –sobre todo la extrañeza, la decepción, el dolor, la denuncia y en
alguna ocasión una rabia indisimulada, pero contenida y tamizada por la sátira
y el humor– planteada en tres partes, protagonizadas por sendos heterónimos: el
poeta dieciochesco Tediato, Sir Yago de la Eterna Encrucijada, caballero
aventurero ma non troppo, y el grumete James Wolfson.
¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?
Quisiera pensar que la principal clave de este
poemario radica en lo que enuncia la segunda parte de su título: la gravedad de
lo leve, es decir, la posibilidad de expresar una reflexión profunda y
necesaria (al menos para mí) en un registro muy diferente del habitual.
Esta propuesta me resulta más fácil gracias al
despliegue de un aparato ficcional sustentado tanto en los tres heterónimos a
los que me refiero en la anterior respuesta como en la autoparodia,
representada por un editor también apócrifo, Dióscoro Vagalume, capaz de espigar
en una bibliografía igualmente inventada los testimonios más adversos sobre mi
poesía. El poemario vuelve, en este sentido, por el camino abierto en otros
poemarios de tono grave (por utilizar un adjetivo que representa claramente la
oposición a la levedad que preside Pasmos de Tediato), en los que me
propongo recordar que la poesía admite la ficción tanto como la prosa. El
lector informado –el lector habitual de poesía, en fin– sabe que lo que cuenta
la voz poética no tiene por qué ser siempre verdadero, aunque implique la
recreación de un sentimiento verdadero. Digo consciente y deliberadamente
“verdadero”, no “auténtico”.
¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde
la primera publicación hasta esta última?
Entiendo que aquellos que me lean están más
cualificados que yo para contestar a esta pregunta. Creo ser consciente, en
todo caso, de haber intentado construir en todo momento una obra honesta,
comprometida, cordial e inteligible, traducida en poemarios de temática y
factura diferentes pero presididos por el mismo aliento vital. Aquellos que me
han privilegiado con su lectura son conscientes, por cierto, de la importancia
que el juego de la heteronimia ha representado, como una constante, en los
libros que he publicado hasta ahora.
¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo
elegiste?
Acabo de terminar el último libro de Emilio
Gavilanes, La orilla del camino. Leer a Emilio Gavilanes es una
experiencia gozosa donde las haya en la que la sorpresa, la conmoción, el
aprendizaje y el descubrimiento de los entresijos del mundo y del hombre marcan
cada texto y cada página. Uno llega a la última página absolutamente seguro de
que ha pasado algo; más exactamente, de que le ha pasado algo, y algo de
verdad importante.
Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?
Muchos. Tengo tres poemarios terminados en estado de
reposo –creo que se entiende lo que quiero decir–, dos en proyecto y un libro
de relatos a la mitad. Cada uno de ellos espera su momento y requiere su
proceso. La creación literaria no se aviene con la prisa.
Entrevista a Carlos Olalla, autor de Mariposas en la niebla.
Querido Carlos, háblanos un poco de ti.
Me definiría
como un soñador sin remedio enamorado de la vida que siente la necesidad de
compartir todo aquello que va encontrando en su camino, lo bueno y malo, porque
en el mundo que nos ha tocado vivir por desgracia abunda más lo segundo que lo
primero. No concibo permanecer impasible ante el genocidio del pueblo
palestino, como tampoco frente al negacionismo del cambio climático, la desigualdad
económica, la peligrosa y constante amenaza a la democracia que vemos en ese
resurgir del fascismo o ese patriarcado que tanto se resiste a dejar que
vivamos en paz. Son muchas las causas por las que luchar hoy y mantener un rayo
de esperanza sin duda es complicado, muy complicado, pero necesario.
¿Qué podemos encontrar entre las páginas de Mariposas en la
niebla?
Mariposas en la niebla es una novela que escribí durante el confinamiento cuando me documentaba
para escribir un monólogo teatral sobre las poetas del exilio, doblemente
castigadas al olvido, por su condición de exiliadas y, sobre todo, de mujeres.
Aquella búsqueda me permitió conocer entidades como la Asociación Asturiana de
Niños de Rusia, que me ofreció un material impresionante que han recogido
durante años a base de testimonios de muchos de esos niños y también de sus
descendientes. La epopeya de aquellos niños a los que sus padres enviaron a
Rusia para ponerlos a salvo de la guerra de España tras el bombardeo de
Guernica es una de las historias más impactantes y desconocidas de nuestra
Historia reciente. Y, por desgracia, hoy está más actual que nunca: en apenas
ochenta años hemos pasado de enviar a Ucrania a nuestros hijos para ponerlos a
salvo de las bombas a que tengan que ser ellos ahora quienes nos mandan a los suyos.
Las vidas de
esos niños y niñas podrían dar para una serie de tv formidable y necesaria.
Solos, en tierra extraña, tuvieron que vivir otra guerra, la Segunda Guerra
Mundial. Lo que iban a ser solo unas semanas o meses alejados de sus familias y
de su mundo acabó siendo una experiencia de casi veinte años. Algunos
regresaron, otros se quedaron a vivir en la Unión Soviética porque habían
rehecho allí sus vidas y otros partieron al exilio porque se negaron a volver a
una España que nada tenía que ver con la que dejaron cuando se fueron.
Al final lo que
iba a ser un monólogo teatral acabó convirtiéndose en esta novela que me ha
dado uno de los regalos más bonitos que me ha hecho la vida: permitirme conocer
a Carmen Castellote, una de aquellas niñas de Rusia que vive en México, la
última poeta viva del exilio republicano, y a la que me une una profunda
admiración y amistad. Es una poeta excepcional, amiga de León Felipe, Juan
Rejano y los demás poetas de nuestro exilio y, gracias a haberla encontrado, se
ha publicado su obra completa en España de la mano de la editorial Torremozas.
Uno de sus poemas, “La guerra y yo”, posiblemente uno de los más bellos poemas
antibelicistas que se han escrito jamás, empieza con este verso: “Caminos,
kilómetros de tiempo…” Cuando le pregunté a Carmen qué significaba eso de
kilómetros de tiempo me respondió “Para los exiliados la distancia nunca se ha
medido en metros, sino en años, porque sabemos que jamás podremos volver”
¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?
Se trata de una
novela que no pretende ser un estudio histórico, aunque la mayoría de las cosas
que cuenta sucedieron en la realidad, sino una evocación de lo que aquellos
niños y niñas pudieron sentir. Esta novela habla de la memoria entendida no
como recuerdo sino como aquello que ha formado y forma nuestra identidad,
porque la memoria no es pasado sino presente y, sobre todo, futuro.
¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la
primera publicación hasta esta última?
Por
circunstancias de la vida trabajé durante veinticinco años en el mundo de la
empresa donde fui director regional de un banco británico y más tarde de una de
las constructoras más grandes de este país. Fueron los peores años de mi vida
porque allí aprendí que en ese mundo los valores se supeditan a los resultados
económicos y las personas a los beneficios. Escribir fue mi válvula de escape. Necesitaba
encontrar la belleza que no tenía en mi vida. Quizá por eso en mi primera
novela (La sabiduría del silencio) no había ni un solo personaje “malo”, porque
ya los tenía, y de sobras, a mi alrededor. Ponerme frente al papel en blanco
fue descubrir un nuevo mundo, un mundo que, como un espejo, sacaba cosas de mí
que nunca había visto antes. A aquel libro le siguieron otras novelas y
poemarios que me han llevado a ser como soy. Necesito compartir lo que veo, lo
que vivo, especialmente aquello donde encuentro belleza, y nada mejor que un
papel en blanco para hacerlo.
¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?
Soy lector por
vocación. Leo mucho. Leer es dialogar con quien escribió ese libro, hacerle un
hueco en nuestro corazón, escucharle, dejarle compartir nuestra soledad y que
nos coja de la mano para guiarnos por su mundo. Esta mañana he acabado de leer
“Entre hienas”, de Loreto Urraca, nieta de un policía franquista que en los
años cuarenta colaboró con los nazis en Francia para deportar a los exiliados
españoles. Él fue quien entregó a Lluís Companys a la policía española para que
lo fusilaran. Loreto es su nieta y en su espléndida novela denuncia los
crímenes que cometió su abuelo y nos hace una pregunta muy clara y directa:
“¿Son los hijos y los descendientes de los genocidas y los torturadores víctimas?,
¿Qué hacer cuando descubres que un familiar tuyo es un torturador?, ¿Callar y
mirar a otro lado o dar un paso al frente defendiendo todo aquello en lo que
crees? En la próxima edición de FESCIMED, Festival Internacional de Cine por la
Memoria Democrática, organizaremos un coloquio en el que intervendrá Loreto
como representante en España de la asociación “Historias desobedientes”,
formada por descendientes de torturadores de diferentes países.
Esta tarde he
releído a Shakespeare y su Rey Lear porque la semana que viene tengo una
improvisación en un teatro de Madrid en el que Cordelia, su hija, cuestiona su
autoridad. Es una improvisación en toda regla a la que me enfrento sin saber
absolutamente nada de lo que puede ocurrir en el escenario de la mano de Andrea
Jiménez, que da vida a esa Cordelia y dirige una improvisación que hará cada
día durante dos semanas con un actor diferente que llegará totalmente a ciegas
al teatro.
Durante estos
meses tengo varias presentaciones de la novela y charlas en sitios tan dispares
y atractivos como Ibiza, Puente Genil, Huelva, Murcia, Avilés… y, por supuesto,
no me perderé los conciertos de Bruce Springsteen en Madrid y Barcelona y
acudiré a mi cita anual en Peralejos de las Truchas en esa maravilla que es el
”Greetings from Peralejos”, un fin de semana tributo a Bruce con bandas y fans
llegados de todas partes.
Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?
Llevo un tiempo
embarcado en una nueva novela. Se trata de una historia de amor imposible que
conocí a través de una amiga, una de esas historias que te llegan a lo más
hondo. Y en mi vertiente como actor estoy acabando el rodaje de “La deuda”, la
última película dirigida y protagonizada por Dani Guzmán. En mayo estrenaremos
la comedia “El submarino”, con Luís Mottola y Arantxa de Miguens, sobre la
incomunicación de la pareja y que ha supuesto mi “pérdida de la virginidad” en
la dirección teatral. Y ya para junio pondremos en escena una obra de creación
colectiva sobre “La Retirada” que estamos haciendo desde el taller de teatro y
memoria con los chavales y chavalas del colegio Lourdes Fuhem que tienen
memoria democrática como actividad extraescolar. No soy persona a la que le
guste planificar, pero son tantas las causas que defender y tantos los intensos
momentos que vivir, que ellos solos llenan mi agenda. Y eso que una de mis
canciones favoritas dice algo así como “No tengo planes más allá de esta
cena…”