La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

domingo, 29 de noviembre de 2020

EL HOMBRE TRAS EL VAMPIRO, por Eduardo Moreno Alarcón.

 


 

Hoy mismo pondré fin a mi existencia. Sin nadie que me llore. Sin nadie que lo impida. Solo y sin testigos, no cabe otro final. Es mi deseo. ¿A qué alargar esta agonía, esta zozobra, este hondo abismo sin salida? Ya es tarde para todo. Dentro de mí sólo hay vacío. Un agujero inabarcable de creciente oscuridad.

Aquí terminan mis palabras; mis tristes letras fracasadas. Ya no habrá más. Al mundo no le importará. Seré una baja más, anónima. Quizá alguien me llore, acaso Mary. Mary, ella sí tiene talento. Su Frankenstein es una obra maestra. Una novela fascinante. Le deseo la mejor de las suertes. Se lo merece. Ojalá consiga el premio que yo nunca lograré: afecto de lectores.

En cuanto a mí, ya nada queda del poeta malogrado. Muy pronto seré pasto de gusanos, humus de malvas, olvido de los siglos y del arte. Mi vida, chispazo fugaz, tallo tronchado. La biografía de una víctima.

Cruel paradoja, el causante de mi caída es aplaudido en todas partes. Goza de fama y de prestigio por doquier. Gloria presente y futura, no albergo dudas al respecto. No faltarán nunca alabanzas a su lado, en vida o tras la muerte. Sus obras ganarán honra y aplauso con el paso de los años, y serán inmortales… ¡Maldigo el día en que el destino me cruzó con Lord Byron! ¡Él! ¡Él es la causa de mis males!

Durante cinco largos meses, yo fui su médico privado. Sin embargo, aun  doctorado con honores, mi verdadera aspiración era labrarme una carrera literaria. Parecerme a los autores que admiraba. Y entre ellos, por descontado, estaba Byron. El más excelso. Los hados del infierno nos cruzaron, cuando me puso a su servicio. ¡Yo, acompañante del gran genio en su periplo por Europa!

Muy pronto, empero, la dicha del comienzo fue tornándose amargura.

Me trató como un bufón, una diana en que clavar todos sus dardos de ponzoña. Cualquiera de mis versos era objeto de sarcasmos e ironías. No desaprovechaba la ocasión para humillarme, a ser posible en público. Cinco meses eternos, devastadores. «Pobre Polidori», «pobre muñequita», repetía. Así me torturaba diariamente con desdén.

Siempre era el blanco de sus burlas. Las bromas, tan a menudo festejadas en los clubes. No contento con eso, también arremetió contra mi ciencia.

¡Así pagó mi admiración y mis cuidados el gran lord!

¿Qué lazo odioso me unió a él? ¿Por qué no corté el nudo que me ahogaba? ¡Qué imbécil! ¡Qué falto de coraje y de visión!

Él será inmortal, sí. Tan inmortal como el Lord Ruthven de mi cuento, ese vampiro sanguinario tras la máscara de gentleman. Pretendieron cuestionar mi autoría atribuyéndosela a él. Hasta eso quisieron arrebatarme.

Pero no. No pudieron. Ese fue al menos mi desquite. Mi venganza en la ficción.

Del resto de mis textos poco o nada quedará… Fracaso tras fracaso, pisoteado por el genio. Amadas letras sin pena ni gloria.

 

No tengo fuerzas para más. A mis veintiséis años, decido bajar el telón. No hay vuelta atrás. Todo está listo. El vaso con ácido prúsico. Me iré tal como vine, discretamente, sin hacer ruido. ¿Mi familia? Ellos querrán borrar a toda costa cualquier rastro del escándalo. Que no manche su nombre.

Es la hora. Ruego a Dios no envíe a Lord Byron al infierno.

Sólo así podré salvarme.

HOMO, por Marien González Rozas

 


 

Érase una vez que se era, homo sapiens. Anduvo por la prehistoria de acá para allá (nómada lo llamaron después)buscando comida y refugio.

La naturaleza le proporcionaba cuanto necesitaba, aunque vamos a ser realistas, esto no siempre era así. Escaseaban los alimentos, básicamente los animales que compartían territorio y los frutos que colgaban de árboles y arbustos. El hambre y el frío le hacían moverse.

Más tarde se civilizó, así lo denominaron. Todo porque aprendió a cultivar la tierra y domesticar a los animales. Pues bien, todo esto lo hacía homo sapiens con otros como él, en grupos, tribus, familias…

Esto ya es la Historia, porque dejaron notas escritas en piedras, tablillas, pergaminos. Seguían en grupo. Se mataban o se amaban, o se odiaban, pero siempre juntos.

Su inteligencia les hizo buscar mejoras, hacer la vida más cómoda, pero esto tuvo un coste: ya no había equilibrio entre los homos y el resto de seres vivos. Para mejorar, ellos masacraron y utilizaron a plantas y animales.

Los homo seguían funcionando como sociedad, más o menos avenida, porque las diferencias entre unos y otros pronto se hicieron muy patentes: ricos y pobres, mujeres y hombres…pero juntos.

Su característica esencial, según dejaban en sus escritos, era «seres sociales», seres emocionales, dependientes unos de otros. Lloraban, reían, se abrazaban…juntos siempre.

Ha pasado a la Historia, personaje histórico, sí, este homo, y todo por un organismo microscópico que invadió sus cuerpos y los hizo enfermar.

Ese microorganismo se transmitía de un homo a otro, así que dejaron de ser «seres sociales», se encerraron, se embozaron, dejaron de abrazarse…

El resto de compañeros de planeta seguían su vida como si nada, bueno, en realidad liberados.

Por eso yo,homo, sigo viendo las bandadas de estorninos cruzar el cielo al atardecer. Los veo a través de un cristal o detrás de una máscara y siento como si la naturaleza nos estuviese castigando por tantos siglos de desequilibrio.

ABSOLEM (Revista electrónica), Núm. 49, 30 de noviembre de 2020 "Personajes históricos".

 




NAVEGANDO CON VERNE, por Esneyder Álvarez.

 


 

Cuando mi vida era fría,

y la magia de las letras no estaba en mi camino,

te incorporarte a él,

¡Si tú!, Julio Verne.

 

Inicié sintiendo las maravillas de un viaje al centro de la tierra,

tus palabras eras tan asombrosas,

tan llenas de una fantasía que no podía parar de leer,

 

Las veinte mil leguas de viaje submarino fue nuestro mejor viaje,

sentí que era tripulante de ese viaje,

vibré con cada letra,

soñé con cada página,

 

Encontrarte en mi camino fue el mejor regalo,

sentir que se puede afirmar lo imaginado era increíble,

el placer de escribir te lo debo a ti,

porque durante más de 80 días,

sin que te dieras cuenta pude navegar contigo... Julio Verne

 

SONETO A D. JOSÉ DE ESPRONCEDA (1808-1842), por Tomás Sánchez Rubio

 


 

Temprana voz mordida por el duelo,

al albur de una lira ya perdida,

un dolor, mar sin orillas ni suelo, 

nunca así cubrió alma de mal transida.

 

Triste Parca oscura truncó tu vuelo;

la luz de tus versos, ardiente vida,

tornóse sombra por el desconsuelo

del huérfano llanto tras tu partida.

 

Una sonrisa sincera y valiente

al filo de tus manos se escondía

con lúcida amargura y ágil tino.

 

Pasión la tuya por justicia ardiente

se trocó en la muy noble rebeldía

del que se marca a solas su destino.

 

EL DOLOR ES UN VICIO, por Isabel Rezmo.


 




Vincetur dolor vir per virum.

El dolor debe ser vencido por el hombre, y no el hombre por él.

Séneca-Cartas a Lucilio


 

El dolor es un vicio, un cuerpo insensato

imberbe a la sangre.

La cicuta perfecta que adolece en el vientre,

y que como la sal, escupe en el radial

de todas las horas.

 

El hombre frente a él como Aquiles,

directo hacia la debilidad,

hacia la línea divergente donde

el desastre,  no es el rayo que oprime

el latido.

 

El filósofo es quien en su sabiduría afirma,

que el dolor debe ser vencido por el hombre.

 

Sí, vencido en la espada,

vencido en la sabia de la tierra,

donde la obra del bien

es apreciada;

vencido, malherido.

Claudicado, amortajado

por las musas.

 

Inerte manjar en la boca,

de todas sus víctimas.

NOCHE CON EL POETA, por Alicia María Expósito.

                                                      




                                    A don Antonio Machado


El cielo ríe de luna.

Llora, de vez en cuando, 

en estrellas fugaces.

La soledad acompaña.

Con la brisa nocturna

asoman a mis labios

palabras de poeta.

Otra vez, buen amigo, 

estando ya la noche

prendida de luceros,

abrigo mi nostalgia

entre tus versos tibios.

Mirando tu retrato

te recuerdo.

La muerte te tocó,

no se quedó contigo.

Yo tengo la certeza

de que la dama negra

se te llevó de cuerpo,

pero dejó tu alma¸

un alma generosa

repartida entre todos

los sedientos.

En esta oscuridad

se me hacen necesarios

tus versos milagreros.

Sabio en el caminar,

maestro de voz viva,

ya que te has ido

tantas veces,

acomódame el viaje

con tu verbo.

Ven conmigo.

Concédeme la noche.

Mañana tomaremos,

en ese tren que parte,

un vagón de tercera

 y nos iremos libres,

ligeros de equipaje.

Los árboles y el campo

serán sustento y manta;

lloverá la nostalgia

que empapará las vías

de imposibles recuerdos.

DE CÓMO DON PEDRO DE MENDOZA ADVIERTE, DESDE SU AGONÍA, LA IMPOSIBLE VISIÓN DEL MÁS CERCANO FARO, por F. Javier Franco Miguel.

 



 

 

El fuego del regreso chamuscando las sienes,

como un arpón diabólico con silueta de rayo,

retornaba los iconos, trocando en lacayo

el sueño de vida, galeón roto en vaivenes.

 

El azulado cristal de la espuma son los bienes

que legar como espiga segada a fin de mayo.

«Me hierve todo el cuerpo y entre mi cuerpo no me hallo,

mi proa se hunde entre burbujas que son mis genes».

 

Errante ruta, sólo es el desierto la mar

que ardiente abraza la nave de lahumana vida,

no resta más condición que reptante vagar

 

entre las cicatrices secas de esta huera herida.

«Me hierve toda el alma, un cadáver que salar

en la bodega infinita de la luz perdida».

 

HABLANDO DE LETRAS con Miguel Arnas coronado.

 


-         

Mi nombre es Miguel Arnas Coronado y vivo en Cájar, Granada. Nací en Barcelona en 1949. Sin alcanzar la categoría de anciano, me acerco. Mi afición a la literatura, porque afición es, me viene de antiguo. Me fui a vivir a Guadix en el 80. Allí encontré tiempo para escribir, meditar y encontrar a mi amor. En el 89 nos vinimos a vivir a la capital. En el 2003 publiqué mi primera novela, que era la tercera escrita por mí, Bajo la encina, en la colección Granada Literaria del Excmo. Ayto. de esta ciudad. En el 2007 se me concedió el premio Ciudad de Guadalajara de novela por Buscar o no buscar, que fue publicado por Ediciones Irreverentes. En 2010 fui premiado con el Francisco Umbral de Majadahonda por la novela La insigne chimenea, que se publicó en editorial Everest. La editorial granadina Nazarí me ha publicado dos novelas: Ashaverus el libidinoso y Nos. La editorial granadina Artificios publicó mi libro de poemas en prosa Piano en pájaro, en tanto fue la editorial madrileña Adamaramada la responsable de publicar otro poemario semejante, El árbol. La editorial Port Royal me publicó la continuación de Ashaverus, que titulé Ashaverus el creador. Además, guardo en mi disco duro 13 novelas inéditas. He participado en unos cuantos libros de cuentos de autoría común, así como he colaborado con críticas y reseñas en algunas revistas. En 2016 ingresé como miembro de número en la Academia de Buenas Letras de Granada, y fue en el seno de ella que publiqué la novela Concierto triste para trío y coro. Siempre termino este tipo de biobibliografías con la frase siguiente: confieso que he escrito y leído como el lujurioso confiesa que fornicó.

-     ¿Qué significa para usted la lectura y la escritura?

Se escribe porque se lee. También acostumbro asegurar que, por haber sido profesor de dibujo técnico, y por tanto, de geometría, sé que un plano se define, entre otros conceptos, por tres puntos. Pues bien, el plano de mi vida se define por los siguientes: la literatura, la música y el amor. Sin ellos mi vida carecería de sentido. Leer es discutir con las personas más inteligentes de la historia. He dicho discutir porque al leer uno puede o no estar de acuerdo con lo que el autor asegura, incluso puede entusiasmarle o disgustarle la forma en que lo dice. Respecto a escribir, a veces es una forma de ahorrarse el psiquiatra con la llamada autoficción. Otras, cuando uno se inventa mundos, es manera de vivir muchas vidas. Mis personajes son mis amigos y también platico con ellos.

-   Cite los títulos de algunos libros con los que ha disfrutado y cuéntenos el motivo.

Siempre se evoca el goce último, pero trataré de evitarlo. Al principio leí mucha novela. Luego me decanté también por el ensayo. He leído abundante filosofía, tal vez porque mis estudios no fueron humanísticos sino tecnológicos y ese defecto de formación académica me hizo rebuscar en lo que espiritual y psicológicamente me motiva. Disfruté con Rayuela, de Julio Cortázar. He adorado los diarios (Radiaciones y Pasados los setenta) de Ernst Jünger. Juan Goytisolo, Benito Pérez Galdós, Max Aub y, desde luego, todo Cervantes. Recomiendo mucho a un novelista español aún vivo y en activo: Gonzalo Hidalgo Bayal. Me encantó leer a fondo al filósofo Eugenio Trías y a la pensadora María Zambrano. En Historia me encanta la de la cultura, es decir, aquella en la que se cuenta la forma de vida de la gente corriente y la evolución de las artes, la ciencia y la tecnología. Mi última lectura de veras arrebatadora a este respecto ha sido Los europeos, de Orlando Figes. Y dejo sin mentar un ciento, pues como soy muy enamoradizo, enumerar todos mis amores sería imposible. La cultura, decía Nietzsche, es producto de la casualidad, o dicho de otra forma, del boca a boca. Y yo hago mucho caso de determinados amigos o revistas literarias que me recomiendan esto o lo otro.

¿Cree que los certámenes literarios son catalizadores fiables de la buena literatura?

Como he dicho anteriormente, he ganado dos premios literarios. Son fiables los pequeños, los que convocan algunos Ayuntamientos o Diputaciones. En cierta ocasión hablé con una persona que había ganado el Planeta y me confesó abiertamente que es un premio adjudicado con anterioridad: a esta persona “le encargaron un Planeta” meses antes de que se fallara a su favor. En ninguno de los dos que gané me conocía nadie, y en el Francisco Umbral de Majadahonda estaban en el jurado nada más ni nada menos que Soledad Puértolas, Fernando Sánchez Dragó y Luis Mateo Díez. Lo malo de estos premios es que la organización paga al autor y al editor y este, a menudo, se desentiende de obra y escritor por la simple razón de que ya han cobrado, les compensa la edición. En el mundillo de las editoriales hay gente honradísima y gente cuya honradez parece un trapo percudido. Y no debemos olvidar que, también en cuestión cultural, darle a la gente lo que quiere es puro populismo, demagogia, ese gran mal que afecta a nuestra sociedad.

-     ¿Qué opina del mundo editorial en la actualidad?

Ya he apuntado algo en la anterior respuesta. Son mejores las pequeñas que las grandes. Planeta, por ejemplo, ha dejado de publicar libros, si no son los de su afamado premio. Ya posee otras editoriales que se dedican a ello. La edición es un negocio. A veces es un negocio heroico, pero no podemos creer que un editor se arruinará por publicar a alguien desconocido. Se lee muy poco. Vender libros en España hoy es casi tan difícil como vender calefactores en el trópico. De modo que con cada publicación el editor se la juega. Tusquets, por ejemplo, publica libros mediocres y vendibles para poder editar maravillas menos rentables. O Acantilado. Normalmente, con las editoriales pequeñas el autor se compromete a vender un mínimo de tantos ejemplares. Si no consigue venderlos, el autor deberá comprar el resto de ese mínimo. Hablo de los editores honestos. Luego están los que te cobran la edición más su ganancia, así, descaradamente, y luego, tú espabila. Una edición de un desconocido en una editorial pequeña puede alcanzar en nuestro país a los 200 o, siendo muy optimistas, los 500 ejemplares. En Francia, en las mismas circunstancias (desconocido y editor pequeño), se alcanzan con facilidad los 10000. Y pienso que un país que no lee, un país inculto, jamás será un país rico, y si lo es, le durará poco.

-  ¿Cuál es, en su opinión, la brújula de un buen crítico literario?

Con franqueza, no tengo ni la más remota idea. Ya he dicho que mis estudios académicos no fueron del ámbito de las humanidades, de modo que lo que aprendí sobre lo literario lo hice por mi cuenta. Las críticas o reseñas que he escrito las elaboré siguiendo mi gusto, fueron construidas con el corazón, apenas con la cabeza. No tengo método ni brújula. Sé lo que me place y también lo que me aburre o deprime por falta de calidad, y con eso escribo como quien habla con un amigo para convencerlo de que lea esto o aquello.

-     Cite sus libros y diga con pocas palabras qué puede encontrar el lector en cada uno de ellos.

De mis dos libros de poemas en prosa creo que puede sacarse belleza y pensamiento, o cuanto menos eso intenté. Bajo la encina habla de un fracaso, alguien que quiere cambiar el mundillo que lo rodea y no lo logra: es, más o menos, un trío amoroso. La insigne chimenea, es crítica social y política mezclada con sentido del humor que raya en la ridiculización. Soledad Puértolas me dijo que se había reído mucho con ella. Buscar o no buscar es casi novela negra con una crítica mordaz al terrorismo y al fundamentalismo político. Los dos Ashaverus son la crónica de la curiosidad y el riesgo, mezclada con otra de mis obsesiones: el judaísmo y la Cábala, a los que añado el erotismo. Nos es la memoria de la Transición española desde la óptica de la enseñanza: narra el proyecto de un instituto (lo que luego se institucionalizó en la reforma educativa de 1990, la llamada LOGSE) que fracasó por culpa de las disensiones entre el profesorado (el peor enemigo de la izquierda política es la izquierda) y por falta de tiempo: una enseñanza como debería ser esa requeriría una dedicación de 25 horas al día. Sé que más de uno se reirá de esto, pero estoy convencido de que es cierto. En el Concierto triste traté de explayarme en el detalle de un ser humano. Cuando ya la hube escrito me percaté de que había retratado a ese hombre que María Zambrano definió como el exiliado o el idiota (no se tome este término en el sentido de majadero sino en el de alguien separado de la sociedad, no por decisión propia sino ajena, el que es alienado por los demás).

Por último solo quiero agradecer a esta revista la oportunidad de expresar mis inquietudes literarias. De lo dicho anteriormente se deduce que si algo deseo es ser leído (las posibles y probablemente inexistentes ganancias económicas me importan un bledo), y estas entrevistas pueden ser plataformas para hacer que a alguien le pique la curiosidad y me lea. Gracias.


DISEÑADOR JEFE, por Pedro Pastor Sánchez.



Aquella mañana de enero, el aire gélido penetró en los pulmones de Serguei al descender del vehículo. Tuvo que aferrarse al brazo de su acompañante para no resbalar sobre la placa de hielo que cubría las aceras de Kaliningrado. Musitó un lacónico «gracias, Kolya», que fue correspondido por un casi imperceptible balanceo de cabeza por el fornido agente del KGB, que hacía las veces de conductor y guardaespaldas.

                Era muy temprano, los pasillos y oficinas del OKB-1 estaban todavía desiertos. Serguei se dedicó a recopilar algunos documentos. Sobre su mesa, los planos de la nave Voskhod, el ingenio que preparaba para el asalto definitivo a la Luna. Llevaban ventaja a los americanos, pero todavía tenían que resolver muchos problemas técnicos. Se aproximó al modelo en miniatura de su ingenio. El R-7, su Semyorka, había demostrado en múltiples ocasiones que era la mejor opción para los lanzamientos espaciales. Cerró los ojos y le pareció escuchar el impresionante rugido de los siete motores levantando sus trescientas toneladas sobre el cielo de Baikonur. No obstante, la competencia era brutal, y no eran pocos los que querían arrebatarle su posición privilegiada. No se fiaba de casi nadie.

                Se acercó a la ventana. Volvía a nevar. Evocó de nuevo sus tiempos en el gulag. Sus enemigos pensaron que moriría allí, los trabajos forzados en aquellas infectas minas siberianas de Kolyma hicieron sucumbir a la mayoría. Pero su fuerte carácter le ayudó a sobrevivir a las purgas estalinistas y, por intercesión de su antiguo profesor, Tupolev, consiguió salir de  aquel infierno, no sin importantes secuelas físicas.

De repente, una fuerte punzada en su abdomen le trajo de nuevo al presente. Ya no podía obviar lo inevitable, tendría que pasar por el quirófano en unos días para extirpar aquello que le hacía retorcerse de dolor. En Moscú le esperaba Petrovsky, el ministro de Sanidad, que en esta ocasión haría las veces de cirujano. Maldita la gracia que le hacía tener que ponerse en manos de ese fanático burócrata, pero eran órdenes directas del Kremlin.

Lo único bueno que podía reportarle este inesperado receso era que tendría algo de tiempo, tal vez un par de semanas, para disfrutar de la compañía de su esposa, Nina. También para estar con su hija Natasha. Las interminables jornadas laborales, año tras año, y su exacerbado sentido de la responsabilidad, habían relegado su vida personal a un segundo plano. Inmenso sacrificio para poder cumplir su gran sueño: llevar a un hombre a la Luna. «Te pondré ahí arriba, Yuri», musitó entre dientes mientras apretaba el puño.

Las paredes de su despacho estaban cubiertas por las portadas del Pravda, en las que se ensalzaban los grandes logros de la cosmonáutica soviética: la repercusión mundial del lanzamiento del Sputnik, el viaje más allá de la estratosfera de la infortunada Laika, el primer vuelo orbital del querido Gagarin, la hazaña del valiente Leonov en su paseo espacial, las primeras imágenes de la cara oculta de la Luna... Ninguna de estas proezas hubiera sido posible sin la participación del ucraniano. En cambio, fue un período de éxito en la sombra, ninguna mención a su figura, ningún reconocimiento público. «Es usted demasiado valioso para la patria, camarada, debemos velar por su seguridad», le argumentó en su momento Kruschev. Tuvo que transigir con tal de seguir contando con el apoyo del Secretario General, que durante años se había mostrado más interesado en el desarrollo de misiles balísticos que en el hito que supondría conquistar nuestro satélite.

A media mañana, hizo llamar a Chertok. Sabía que podía fiarse de él, se había mostrado como un fiel colaborador durante años. Le entregó unos documentos y le hizo unas precisas indicaciones que debían ser seguidas en su ausencia. «Todo irá bien», le espetó Chertov tras la breve charla. Serguei miró fijamente a su colega, intentando adivinar si se refería al programado lanzamiento del N1, del que habían estado hablando, o si simplemente trataba de impelerle ánimo ante su inminente operación. «Están reunidos», le comentó antes de abandonar el despacho.

Recorrió el pasillo portando su abrigo en el brazo. En su mano, una carpeta. Revisaría algunos cálculos y la planificación durante su convalecencia. O al menos esa era su intención. Abrió la puerta de la sala de reuniones. Todo el equipo estaba allí, alrededor de la gran mesa oval. Al fondo, los gráficos y esquemas del proyecto que él mismo había garabateado en la pizarra. Mishin, su mano derecha,  que presidía la reunión, le hizo una señal para que entrase. Haciendo caso omiso, les lanzó una única frase: «Prosigan, por favor, aún queda mucho trabajo por hacer». Antes de cerrar la puerta, pudo escuchar a uno de sus ingenieros más jóvenes: «Suerte, camarada». Este gesto espontáneo tocó la fibra más sensible de su cansado corazón.

Nunca se supo la causa real de su muerte, oficialmente se dijo que surgieron complicaciones al extirparle unos pólipos del colon.  En algunos círculos corría el rumor de que las entrañas del pobre Serguei estaban consumidas por un agresivo cáncer. Otros, los más reaccionarios, en petit comité dejaron caer que ni la elección del cirujano fue la más acertada ni los medios empleados los más adecuados. El caso es que el 14 de enero de 1966, a los 59 años de edad, el gran artífice y precursor de los viajes espaciales pereció en la mesa de operaciones.                   

Fue el propio Brezhnev el que decidió que el cuerpo fuera incinerado, y que sus restos fueran colocados tras una placa honorífica en el muro del Kremlin, junto al de otros ilustres héroes de la patria.  Pasaron, sin embargo, semanas hasta que los rotativos, por fin, revelaron la verdadera identidad de esta gran figura de la astronáutica, Serguei Pavlovich Korolev, el hasta entonces anónimo «Diseñador Jefe».


LEONARDO, por Josefina Martos Peregrín.

 



Recomendaba trazar dragones con fragmentos de animales vivos, así como un cuidado especial en el tratamiento del cuerpo de una ninfa o de un ángel, pues sus formas se marcarán a contra viento, revestidas por finísimas telas. Él mismo, vistiera túnica larga o corta, lucía en su persona la mayor belleza: proporciones perfectas, mirada profunda, rubio de oro; Gabriel, en su juventud, Platón en la madurez.

Observó que las hojas de las plantas, como el alma de los niños, siempre se vuelven hacia el firmamento, porque “nuestro cuerpo se somete al cielo y el cielo a la mente humana”.

Sabía de catástrofes y desgracias que quizá no sufrió nunca: el ímpetu de vientos que arrancan de cuajo los árboles viejos; las aguas que arrastran lechos, sillas, frutos y cadáveres; el terror de lobos, zorros y serpientes huyendo de la muerte; el fragor del trueno y el suicidio de quienes no soportan tanta angustia. Y la batalla lejana, mezcla de aire, humo y polvo, pero al acercarnos, armas rotas, lodazal poblado de muertos y un mar de sangre.

“El pintor es dueño de toda clase de personas y cosas”, decía; en él era cierto, su mente poseía el caos y la paz, pero decidió legarnos la paz. Inteligencia, ciencia, observación y estudio de cuantas criaturas, vivas o inertes, forman el mundo, representadas en contornos que se funden con el aire, en sonrisas sutiles, en sabiduría callada. Extraña pintura que une la suavidad del nácar a la dureza del cuarzo.

Científico que trabajó en todos los campos, pues no había campo ajeno a su curiosidad; tal vez hoy día nos asombra especialmente su faceta de  estudioso del vuelo y proyectista de máquinas voladoras, pero ninguna de sus máquinas ayuda tanto a volar como su actitud hacia los pájaros: cuando encontraba alguno enjaulado, pagaba el precio que le pedían, abría la jaula y le daba la libertad.

HIJO DE LA LUZ, Por Carmen Hernández Montalbán

  

    Su cuerpo era un desierto en la oscuridad. La tierra de su carne se agrietaba y la muerte preparaba acechante su zarpa sobre Nikola. Su espíritu ingrávido se elevaba y apenas un hilo de luz lo unía al mundo de los vivos como un cordón umbilical. Su madre, junto al lecho, dejaba caer entre sus labios consumidos  por el cólera, gotitas de suero que ella misma había preparado. Su mirada de enajenada preocupaba a su marido casi tanto como la vida de su hijo, debatiéndose entre la vida y la muerte. La mujer entonaba una canción de su infancia,”Kiša pada: Llueve, la hierba crece, el bosque verdea / Llueve, la hierba crece, el bosque verdea. /En el bosque, el árbol crece, alto y delgado / En el bosque, el árbol crece, alto y delgado.Debajo del árbol está sentada mi hermana, estoy a tu lado / Debajo del árbol está sentada mi hermana, estoy a tu lado.”

    Mientras tanto, él había llegado a una puerta de luz que, a pesar de su destello, no cegaba sus ojos. Sintió el batir de unas alas y una voz susurrante que le decía: “ven Nikola, te mostraré la oscuridad del mundo y luego tú decidirás si unirte a mí o escoger el regreso”.

    Había una semilla durmiendo bajo la tierra árida. La gente esperaba hambrienta a que esta germinara, pero la voracidad de sus rostros mirando al suelo, sin hacer nada para favorecer su germinación, hacían que se encogiera cohibida. ¿Qué esperan de mí? -se preguntaba- no puedo salir de esta cáscara si el agua no llega hasta mí y la reblandece.  Entonces vino la lluvia y humedeció la tierra. La semilla, que era buena, germinó y con el tiempo sus frutos se multiplicaron. Aquellos que la miraban se lanzaron como animales a devorarlos y se empujaban unos a otros para hartarse sin misericordia de los más débiles que morían de hambre. Como no aprendían a sembrar, dejaron de nuevo las semillas esparcidas por el suelo sin preocuparse por abrir un surco en la tierra y enterrarlas. Vino la tormenta y el agua arrastró la tierra de las partes más elevadas hasta cubrir la semilla de nuevo. Como las semillas eran buenas, volvieron a germinar y dieron una cosecha aún más abundante que la vez anterior.  Así transcurrían las estaciones, sin que aquellos que consumían sus frutos aprendieran a sembrar y a compartir con sus hermanos, que iban muriendo de hambre uno tras otro. Pero después de muchos ciclos fértiles, la semilla perdió sus cualidades y acabó por secarse, extinguiéndose también aquellos que dependían de su alimento.

    Entonces, una paloma  la tomó en su pico y se la llevó a una tierra más fértil, mientras le decía: esta será la historia de tu vida muchacho.

    En tanto que esto acontecía a Nikola Tesla, en el limbo entre la vida y la muerte, su madre no dejaba de hidratarlo con pequeñas gotas de suero. Su padre miraba expectante que se produjera un milagro y rezaba: Señor, vuélvelo a la vida y él te servirá. Será un buen sacerdote. Pero la madre miró a su marido con reprobación y decía: Milutin, no enojes a Dios, no subestimes su misericordia, comerciando con él como si de un mercader se tratara. Deja al muchacho que vaya a Graz a estudiar para ingeniero, tal como él desea.

    Cuando Tesla escuchó las palabras de su madre, abrió los ojos y se acercó el cuenco de suero a los labios. Después la abrazó y dijo: He elegido regresar.

    Su padre se acercó al lecho maravillado, abrió la Biblia al azar y leyó:

“¡Levántate, resplandece, porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor ha amanecido sobre ti! (Isaías 60:1). “


JUANA DE CASTILLA, por Dori Hernández Montalbán.

 



Es noviembre, lo anuncia este cielo plomizo, el viento mueve en cresta las aguas del Duero…, 

Sola. ¿Sola?, no, sola no, a salvo, protegida por estos gruesos muros y frías estancias. Todos me utilizaron: padres, marido, hijos. Si Dios Nuestro Señor no hubiera permitido que mi hermano don Juan muriera, yo no me hubiera visto en la obligación de reinar. Pobre hermano mío. Hubiera sido otra la vida y otro el amor…, tal vez aquel apuesto paje de Juan, don Diego de Colón. Pobre hermano mío, él debió reinar y no morir. ¡Cuántas muertes para una sola vida!

De niña odiaba bordar en tela cruda, ahora no hago otra cosa. Mucho di que hacer a mis damas y dueñas por retenerme en este y en otros menesteres que no eran de mi agrado. Todo se hizo siempre en contra de mi voluntad…, no pudo mi vida con tanta vida. No pudo la muerte con tanto amor. No pude yo con tanto abandono.

Todavía me parece escuchar sus voces: “¡Castilla y Aragón por doña Juana!”.

Hubiera deseado para estos crudos inviernos en Tordesillas aquellos terciopelos y buenas tocas de mi juventud. No pudo ser; no quiso el cielo que yo fuera siempre objeto de tu sonrisa. Quedaste en Santa Clara con aquellos austeros cartujos desnutridos por tanto ayuno y abstinencia, ¡Y tanto frío!. Fue tan breve tu amor, Felipe, tan larga la comitiva de tu muerte por los caminos… harto daño me causaste. Tanto, que fue preciso detener el tiempo. Cerrar bien las puertas de esta torre por evitar que me despojaran también del suspiro “¡Castilla y Aragón por doña Juana! Aun me parece ver sus rostros… aun hoy no me acostumbro a estos mejunjes y adormideras que he de tomar para templar mis nervios. 

Es noviembre, seguro. Porque hasta aquí llegan las aves planeando sobre las torres. Aquí ha de descansar mi corazón clausurado, pues el espejo tan sólo me devuelve ya el reflejo de un anhelo. 


LA MUJER QUE LLORA, por Consuelo Jiménez.

                    



                    

                       “El arte no es la aplicación de un canon de belleza, 

                        sino la aplicación de lo que el instinto y el cerebro pueden concebir

                        más allá de cualquier canon”

                                                                                        Pablo Picasso



 Tiemblo como rama que varea el viento.

En mi esbozo no caben más ojos que los suyos.

Ojos hundidos, ojos rotos en pesadas lágrimas. 

Escaso llanto que yace en el rostro de la pérdida.

Llora una mujer en el cuadro,

negras líneas, 

puñales rasgando las formas, 

sangran rancios colores.

Moho, óxido, herrumbre encajan en la contienda.

Picasso, íntimo e inefable, 

estruja el sufrimiento,

crea un estallido descarnado,

un pañuelo,

un ovillo de dolor prensado en el puño.

Muerde una mujer la orilla,

aúlla contra todo, sobreviviendo al mar.

Siempre en pie a pesar de la vida.



                                       

 


viernes, 13 de noviembre de 2020

Bicicletas y patinetes eléctricos, la nueva alternativa de movilidad urbana.


La pandemia ha cambiado y modificado la forma en la que solíamos realizar nuestros desplazamientos diarios. 

Según las entidades Madrid, se ha incrementado el uso del vehículo privado (44%) y de medios de desplazamiento blandos como la bicicleta, el patinete y VMP (31%), mientras que el uso del transporte público ha disminuido drásticamente (25%). 

Con el fin de minimizar los riesgos de contagio de la COVID-19 además de fomentar la movilidad urbana sostenible, el uso de las bicicletas y patinetes eléctricos son una excelente alternativa a los desplazamientos en vehículo privado.

Hasta el momento, la comunidad Valenciana y Madrileña son pioneras en ofrecer ayudas a la compra de este tipo de vehículos. Otras comunidades autónomas siguen sus pasos para ofrecer subvenciones a particulares en su compra de bicicletas y patinetes eléctricos.

También se pueden solicitar las ayudas del Plan MOVES II destinadas a la compra exclusiva de vehículos eléctricos e híbridos enchufables, desde motos eléctricas hasta camiones para favorecer la movilidad sostenible.