Hay una llama que parpadea en la noche,
apenas si se nota,
titubeante,
atrapada en la contienda del yo,
libera sus ojos febriles
mostrándole a la sombra, su luz.
Un soplo sería su final,
pero no es así,
es como un verso enraizado en la ausencia,
que empuja al útero de la tarde,
queriendo nacer.
¿No creéis que a estas alturas debería dejar de escribir?
Abandonarme en la lectura.
Ser un pájaro que viste sus silencios con espejos,
que solo pía para ponerle título al poema.
¡Ah! dicen que no hay poema sin título,
ayúdame a encontrarlo.
Consuelo Jiménez
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