1980. Como si de Londres se tratara,
la ciudad ha amanecido gris, demasiado gris. Una espesa niebla se ha colado,
sin permiso, entre sus edificios. Apenas se distinguen.
Por las
brumosas calles, Elena, se dirige presurosa, con el corazón encogido, hacia la
plaza, va a encontrarse con Carlos.
Han pasado diez años y, Elena, guarda como un
tesoro, el recuerdo de su primer amor, magnificado por el paso del tiempo. No
sabe cómo será el encuentro con la persona que, siendo una adolescente, la hizo
soñar y sentirse viva. ¿Habrá cambiado? –Se pregunta- ¿O continuarásiendo el
joven impetuoso que me sedujo con su encantadora sonrisa y me hizo flotar entre
las nubes?...
A medida que se aproxima a su destino, Elena, siente que las piernas le
flaquean y, el corazón, le palpita intensamente.
Por fin, a lo lejos, comienza a vislumbrar una
figura humana. El porte, le recuerda a su amado pero, algo extraño la inquieta.
¿Es, acaso, irreal esa figura inmóvil situada ante ella? ¿Será fruto de su
imaginación?. Pronto se disiparán sus dudas… De repente, la sangre se le hiela.
Carlos, su Carlos, inmóvil frente a ella, sin mediar palabra, da media vuelta,
dirige sus pasos hasta lo más profundo de la niebla y desaparece en ella.
Srá que los años no pasan en balde, segundas oportunidades nunca fueron buenas, y su tal Carlos ya no es el que era ni ella tampoco, aunque le idealizara en su recuerdo.
ResponderEliminarQue pena! Imaginaba un final más feliz.
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