Se emocionan mis manos
cuando miro tu foto,
rescatada de olvido
y de pasado.
Tiemblan mis ojos
perdiéndose en los tuyos.
¿Dónde estarás ahora?
El tiempo,
único testigo de inocencias,
se encoge poco a poco,
vuelve sobre sus pasos
y despierta el recuerdo
dulcemente.
El otoño
se anunciaba en las calles,
invadidas de frío
adornadas de hojas.
Atardecía de grises
y arreboles celestes
cuando nos encontramos.
Bebíamos las palabras
con el café caliente,
y la razón traidora
nos obligó a callar.
La tarde se murió
cargada de silencio.
Se hizo la noche
en la ciudad de nieve.
El rumor de las aguas
bailaba con el aire
de las plazas.
Paseábamos por ellas
con los labios mordidos,
conteniendo las bocas.
Se nos quedó la piel
deshecha en ansías,
y así pasó la luna.
Pronto llegó la luz.
Volverían los extraños
que habíamos sido antes.
Tampoco fue oportuno decir nada.
El tren no esperaría.
Me besaste en la frente,
te besé en la mejilla.
Y me curé el adiós
guardándome tu foto
en el olvido.
Precioso
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