Hoy no es como ayer.
La mañana luminosa,
se me antoja extraña,
en este otoño perezoso,
que no acaba de olvidar el estío.
Los colores dan forma precisa
al día que comienza.
Se suceden los minutos,
el orden decoroso y cotidiano.
Todo parece igual que siempre,
pero hoy no es como ayer.
Estoy sentada
en la puerta de tu casa,
la casa que añorabas
y que tú tanto querías.
Frente a mí la tierra oscura,
baldía, la tierra yerma,
y el corazón del cortijo ya no late.
Al fondo, más abajo
tus fieles compañeros,
los olmos amarillos,
y el tibio azul, inmenso,
enmarcan un paisaje inacabado;
porque falta la hechura
que concluye la obra y la culmina:
no está tu voz, ni tu noble semblante,
ni tu fuerza colmada de júbilo,
que tanto bien, nos procuraba a todos.
Brilla un sol impropio de noviembre,
se escuchan en el campo los murmullos
vibrantes de la vida;
pero yo, ebria de melancolía,
respiro la tristeza profunda de tu ausencia.
Hoy no es como ayer.
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