Se nos
ha ido José Ferrero. Ceniza a la ceniza.
Ya no
volveremos a escuchar esa voz de «bon-home», franca, clara, enorme como su
inquietud.
Ese
cuerpo tan grande, caído al lado del piano mudo. Esa carne sin alma, sin voz.
¿Qué
puedo decir que te salve?; nada.
¿Cómo no volver a escuchar la grandeza de tu canto?
¿Cómo? ¿Cómo asumir que tanta vida ya no es vida?
¡Cómo
imaginarte desplomándote tu solo, sin una nota, sin una mano, y mirar desde el
frío suelo hacia el infinito y sentir que todo acaba!
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