“Entre el hombre
y árbol hay un imperceptible vínculo vital que une sus destinos.”
La “Medicina del Bosque” es una
disciplina nueva, que tiene la virtud de combinar dos enfoques tan dispares
como son el estudio de la salud humana y el estudio de los árboles.
“Para aliviar su estrés, dé un paseo de dos
horas por el bosque una vez a la semana”. Si el médico nos mandara esa receta
para nuestros males, pensaríamos que es una broma. Sin embargo, cada año entre
2,5 y 5 millones de japoneses, afectados por el estrés, la hipertensión y la
ansiedad de la vida urbana moderna, acuden a las sesiones de “Terapia del
Bosque” en alguno de los 48 centros oficiales designados por la Agencia
Forestal de Japón. La sesión consiste en unas dos horas de paseo relajado por
el bosque, con ejercicios de respiración dirigidos por monitores. Antes y
después de la sesión de terapia natural, se mide la presión arterial y otras
variables fisiológicas de los participantes para comprobar la eficacia del
tratamiento.
La práctica del Shinrin-yoku o
terapia del bosque fue iniciada por la Agencia Forestal de Japón en el año
1982. Surgió como una iniciativa para darle valor a los bosques, que cubren un
67% de la superficie del país, y al mismo tiempo canalizar la demanda de
contacto con la naturaleza por una creciente población urbana sometida a
niveles intensos de competencia y estrés. Se inspiró en las tradiciones
sintoístas y budistas que promueven la comunicación con la naturaleza a través
de los cinco sentidos.
Desde 2004, el Gobierno japonés ha invertido unos tres millones de euros en investigación científica sobre los efectos terapéuticos de los bosques. El grupo del antropólogo y fisiólogo Yoshifumi Miyazaki, de la Universidad de Chiba (cerca de Tokio), ha tenido una especial relevancia en el estudio de las bases fisiológicas y psicológicas de los efectos beneficiosos del bosque. Estos investigadores han medido la concentración en saliva de cortisol (un biomarcador del estrés) en individuos expuestos a un ambiente de bosque, resultando significativamente menor que en los individuos que habían permanecido en un ambiente urbano.
El inmunólogo Qing Li, de la Escuela de
Medicina de Tokio, ha demostrado que un paseo por un bosque o por un parque
aumenta significativamente la concentración de células NK (del inglésnatural
killer) en sangre, un tipo de glóbulo blanco que contribuye a la lucha
contra las infecciones y contra el cáncer. El efecto beneficioso del paseo del
bosque, aumentando los linfocitos NK y las proteínas anti-cáncer, puede durar
hasta una semana. Según Li, los compuestos volátiles emitidos por los árboles
son los principales responsables de este efecto beneficioso sobre el sistema
inmunitario. Se han realizado experimentos con diversos compuestos aromáticos
naturales, como pinenos, limonenos, cedrol o isoprenos; algunos de ellos con
conocidos por su efecto antimicrobiano y supresor de tumores. En general, a
estos compuestos volátiles que las plantas producen como defensa se les llama
“fitoncidas”, y son usados en aromaterapia y medicina holística.
Las sesiones de shinrin-yoku se deben hacer de forma pausada y relajada, exponiéndose con los cinco sentidos al ambiente del bosque. Disfrutando con la vista de los colores y formas de las copas de los árboles. Escuchando el rumor del viento en el follaje, los cantos de los pájaros. Oliendo los aromas, cogiendo alguna hoja de pino, de ciprés, de laurel, de mirto o de alguna planta aromática y aspirando sus esencias. Palpando la suavidad y la textura de un tronco, o deslizando la mano por el musgo mullido que cubre una roca. Por último, se recomienda saborear un té o una infusión con plantas del bosque durante la sesión.
Para Miyasaki los humanos hemos
evolucionado en la naturaleza, en el bosque, por tanto es dónde nos sentimos
más a gusto. Nuestras funciones fisiológicas y psicológicas son el resultado de
un largo proceso de adaptación a las condiciones naturales; no es de extrañar
por tanto que la vida artificial moderna nos produzca estrés y ansiedad.
En Occidente, el biólogo Edward O.
Wilson acuñó el término “biofilia” para referirse a la afinidad innata que la
humanidad siente por los seres vivos. Pero las nuevas tecnologías y la vida
urbana cada vez nos apartan más del medio natural. El psicólogo y educador
Richard Louv ha llamado la atención sobre el “desorden por déficit de
naturaleza” que está trastornando el comportamiento y desarrollo de los niños
urbanos, que crecen en un ambiente artificial.
Nuestro refranero, siempre sabio, recoge
desde nuestros ancestros frases como:
“Al que a buen árbol se arrima, buena sombra le
cobija”.
“De tal árbol, tal astilla”.
“Hay tres cosas que se tienen que hacer en la vida:
plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro”
“Del árbol caído, todos hacen leña”.
Todo lo expuesto antes me hace
reflexionar; la verdad que no es nuestra cultura una que rinda culto a la
meditación, a la interiorización… Eso nos viene desde oriente, que tienen un
concepto de la medicina muy distinto al nuestro y también de la serenidad, de
la paz interior. Mientras nosotros desayunamos con prisa y de pie, allá se
sigue conservando el ritual del té. Creo que es muy interesante todo esto y
¡tan fácil! Solamente se trata de encontrar el momento; que, en lugar de perder
nuestro valioso tiempo en cosas banales, lo invirtamos en respirar, en abrazar
nuestros árboles, en pasear una vez en semana por nuestros bosques. Y no cuesta
nada. Gastamos nuestro dinero en spas, en coaching, en talleres de crecimiento
personal, en ozonoterapia, en oxigenoterapia, etc. Y eso está muy bien, pero,
¿por qué ponerle un techo y paredes a nuestro bienestar? Dicen que una imagen
vale más que mil palabras, he encontrado esta y creo que es tan significativa,
tan llena de mensajes que la dejo ahí para que cada uno la interprete como más
le guste, para que nos demos cuenta de lo maravillosos que son los efectos del
bosque sobre nuestra fisiología y psicología. Tenemos que conservar los
bosques, no sólo por esa tendencia ecologista que marca nuestra época, no sólo
para proteger el ecosistema, sino también para poder visitarlos con frecuencia
y, de este modo, insuflarnos de salud.
¿No es precioso el dibujo? Dejar creced
los árboles allá donde caiga una semilla de amor; que nos inunden, que
arraiguen en nuestras casas, en nuestros libros, en nuestra vida…
La verdad es que es estupendo poder disfrutar de un bosque, y de otras maravillas de la naturaleza.
ResponderEliminar