La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

lunes, 29 de febrero de 2016

Bailando con árboles: Shinrin-yoku, la medicina del bosque, por MERCHE HAYDÉE MARÍN TORICES.




“Entre el hombre y árbol hay un imperceptible vínculo vital que une sus destinos.”


La “Medicina del Bosque” es una disciplina nueva, que tiene la virtud de combinar dos enfoques tan dispares como son el estudio de la salud humana y el estudio de los árboles.
 “Para aliviar su estrés, dé un paseo de dos horas por el bosque una vez a la semana”. Si el médico nos mandara esa receta para nuestros males, pensaríamos que es una broma. Sin embargo, cada año entre 2,5 y 5 millones de japoneses, afectados por el estrés, la hipertensión y la ansiedad de la vida urbana moderna, acuden a las sesiones de “Terapia del Bosque” en alguno de los 48 centros oficiales designados por la Agencia Forestal de Japón. La sesión consiste en unas dos horas de paseo relajado por el bosque, con ejercicios de respiración dirigidos por monitores. Antes y después de la sesión de terapia natural, se mide la presión arterial y otras variables fisiológicas de los participantes para comprobar la eficacia del tratamiento.
La práctica del Shinrin-yoku o terapia del bosque fue iniciada por la Agencia Forestal de Japón en el año 1982. Surgió como una iniciativa para darle valor a los bosques, que cubren un 67% de la superficie del país, y al mismo tiempo canalizar la demanda de contacto con la naturaleza por una creciente población urbana sometida a niveles intensos de competencia y estrés. Se inspiró en las tradiciones sintoístas y budistas que promueven la comunicación con la naturaleza a través de los cinco sentidos.

           Desde 2004, el Gobierno japonés ha invertido unos tres millones de euros en investigación científica sobre los efectos terapéuticos de los bosques. El grupo del antropólogo y fisiólogo Yoshifumi Miyazaki, de la Universidad de Chiba (cerca de Tokio), ha tenido una especial relevancia en el estudio de las bases fisiológicas y psicológicas de los efectos beneficiosos del bosque. Estos investigadores han medido la concentración en saliva de cortisol (un biomarcador del estrés) en individuos expuestos a un ambiente de bosque, resultando significativamente menor que en los individuos que habían permanecido en un ambiente urbano.
El inmunólogo Qing Li, de la Escuela de Medicina de Tokio, ha demostrado que un paseo por un bosque o por un parque aumenta significativamente la concentración de células NK (del inglésnatural killer) en sangre, un tipo de glóbulo blanco que contribuye a la lucha contra las infecciones y contra el cáncer. El efecto beneficioso del paseo del bosque, aumentando los linfocitos NK y las proteínas anti-cáncer, puede durar hasta una semana. Según Li, los compuestos volátiles emitidos por los árboles son los principales responsables de este efecto beneficioso sobre el sistema inmunitario. Se han realizado experimentos con diversos compuestos aromáticos naturales, como pinenos, limonenos, cedrol o isoprenos; algunos de ellos con conocidos por su efecto antimicrobiano y supresor de tumores. En general, a estos compuestos volátiles que las plantas producen como defensa se les llama “fitoncidas”, y son usados en aromaterapia y medicina holística.

           Las sesiones de shinrin-yoku se deben hacer de forma pausada y relajada, exponiéndose con los cinco sentidos al ambiente del bosque.  Disfrutando con la vista de los colores y formas de las copas de los árboles. Escuchando el rumor del viento en el follaje, los cantos de los pájaros. Oliendo los aromas, cogiendo alguna hoja de pino, de ciprés, de laurel, de mirto o de alguna planta aromática y aspirando sus esencias. Palpando la suavidad y la textura de un tronco, o deslizando la mano por el musgo mullido que cubre una roca. Por último, se recomienda saborear un té o una infusión con plantas del bosque durante la sesión.
Para Miyasaki los humanos hemos evolucionado en la naturaleza, en el bosque, por tanto es dónde nos sentimos más a gusto. Nuestras funciones fisiológicas y psicológicas son el resultado de un largo proceso de adaptación a las condiciones naturales; no es de extrañar por tanto que la vida artificial moderna nos produzca estrés y ansiedad.
En Occidente, el biólogo Edward O. Wilson acuñó el término “biofilia” para referirse a la afinidad innata que la humanidad siente por los seres vivos. Pero las nuevas tecnologías y la vida urbana cada vez nos apartan más del medio natural. El psicólogo y educador Richard Louv ha llamado la atención sobre el “desorden por déficit de naturaleza” que está trastornando el comportamiento y desarrollo de los niños urbanos, que crecen en un ambiente artificial.
Nuestro refranero, siempre sabio, recoge desde nuestros ancestros frases como:
“Al que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”.
“De tal árbol, tal astilla”.
“Hay tres cosas que se tienen que hacer en la vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro”
“Del árbol caído, todos hacen leña”.
Todo lo expuesto antes me hace reflexionar; la verdad que no es nuestra cultura una que rinda culto a la meditación, a la interiorización… Eso nos viene desde oriente, que tienen un concepto de la medicina muy distinto al nuestro y también de la serenidad, de la paz interior. Mientras nosotros desayunamos con prisa y de pie, allá se sigue conservando el ritual del té. Creo que es muy interesante todo esto y ¡tan fácil! Solamente se trata de encontrar el momento; que, en lugar de perder nuestro valioso tiempo en cosas banales, lo invirtamos en respirar, en abrazar nuestros árboles, en pasear una vez en semana por nuestros bosques. Y no cuesta nada. Gastamos nuestro dinero en spas, en coaching, en talleres de crecimiento personal, en ozonoterapia, en oxigenoterapia, etc. Y eso está muy bien, pero, ¿por qué ponerle un techo y paredes a nuestro bienestar? Dicen que una imagen vale más que mil palabras, he encontrado esta y creo que es tan significativa, tan llena de mensajes que la dejo ahí para que cada uno la interprete como más le guste, para que nos demos cuenta de lo maravillosos que son los efectos del bosque sobre nuestra fisiología y psicología. Tenemos que conservar los bosques, no sólo por esa tendencia ecologista que marca nuestra época, no sólo para proteger el ecosistema, sino también para poder visitarlos con frecuencia y, de este modo, insuflarnos de salud.
¿No es precioso el dibujo? Dejar creced los árboles allá donde caiga una semilla de amor; que nos inunden, que arraiguen en nuestras casas, en nuestros libros, en nuestra vida…





1 comentario:

  1. La verdad es que es estupendo poder disfrutar de un bosque, y de otras maravillas de la naturaleza.

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