Luna de callejuelas y ojos rasgados
por estrellas eternamente fugaces.
Medias rotas desorientadas de fina
seda
en zapatos de charol negro y ajado
de tantas personas tristes.
Me rodeas con brazos de infinitud
y cálidas caricias menudas
como de niño,
como de madre.
Cuando te miro y cuando cierro mis
ojos,
el vértigo de una eterna madrugada
me tira de los brazos
y me regala cada día,
al acostarme,
un dulce beso redondo
de buenas noches.
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