Hay días que comparto maldiciones
chicles y soledad en la cola del paro.
Escarbo en los renglones fríos de la mirada
en busca de motines fluorescentes
que me conducen a otra vía láctea
donde inocentemente
altero el argumento de los cuentos.
Tras la estela de Marte
vi a Caperucita Roja.
Rotaba en su delirio,
en su charco de angustia
por la muerte del lobo
a quien siempre anularon
a fuerza de desprecio.
Como en un agujero negro y triste
-inmersa en su planeta-
la esquiva Blancanieves,
se mece en su adicción a los narcóticos.
En su actual trabajo negó en tres ocasiones
la fe y el beso al príncipe
alegando halitosis callejera.
El cielo la acusó de rebeldía.
Se encuentra en libertad condicional
a espera de juicio.
Tras la lluvia de estrellas
asoma el meteorito Cenicienta.
Su madrastra la quiso como a una hija más
pero en su luna llena siempre fue belicosa,
como el grito insumiso en la palabras
que al rozarse, despiden unas chispas
como astros en busca de su dios.
Hay siglos en que el mundo
parece que orbitara en otra onda,
donde nada es verdad sin sus mentiras,
y los cuentos no saben
encontrar un final feliz para la historia
de este universo nuestro,
harto de disculpar nuestra ignorancia.
Ves como no es difícil hacer un poema de ciencia-ficción. Redondo, Pedro.
ResponderEliminarMuchas gracias compañero.
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