Como ascua que
el cielo difumina,
entre nubes,
azules, ocres, rosas…
apagando las hogueras
misteriosas
la luz, hacia el
ocaso, se encamina.
Bajo ese
horizonte en que germina
la sombra de las
casas, ya borrosas
se intuyen las
dos caras de las cosas:
la humana abajo,
arriba la divina.
El fotógrafo
siempre se sorprende
al ver como su
cámara recoge
la magnifica
estampa al aguafuerte
de un atardecer
lleno de duende…
Y al
artístico ojo sobrecoge
la metáfora
diaria de la muerte.
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