Es la noche cerrada, aún obligada.
Las titánidas tejen cascadas de planetas
como una tela de araña constelada
-giran indolentes en torno a Saturno
en el éter sus anillos, plácidos
y centrífugos como meandros-
mientras Jápeto e Hiperión
extraen de sus mochilas estelares
a Prometeo, primer hombre
y a Helios, Diana y Eos, para marcar
el ritmo y la cadencia de las luces
que nacen.
Esa ruta
no culmina en siete días.
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