El viento desató la soga débil
que andaba trenzada a tu silencio.
Las hojas se cayeron de mis nubes
en este otoño oscuro y repentino.
Se muda ya mi piel y mis distancias
cambiaron de horizontes resignadas.
Entre paños y latidos de humedales
sembré de tibio musgo tus pisadas.
Saliste en claroscuro y sin abrigo
le abriste el paso a un sol esperanzado.
La lluvia me salpica en las paredes
de la copa que agito y te despide.
Los pájaros tenores se marcharon,
volaron tras de ti, me abandonaron.
Me queda aún tu fruta en el aliento
y plumas de colores en la almohada.
Y combato este frío que me abraza
regando mis fogones con rubíes.
Este otoño separó dos primaveras,
la tuya y la mía, tan lejanas.
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