Antes que supieras nada, los libros en la escuela,
la vida en sus
páginas, las sílabas en las palabras;
los primeros balbuceos y llegaría a tu casa ocioso,
No dio tiempo y te pusieron tu primer abriguito
de lana, una cartera en el hombro y las botas de agua.
Te zambullías entonces en la piscina amarilla
de los árboles de la
calle, que no vivían niños
en tus juegos silenciosos, caduco vuelo del aire.
Siempre pensaste que eras como el frío que acecha
y las aves migratorias quienes llevan tu destino.
Soy como soy, decías, porque he nacido Otoño.
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