La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

sábado, 14 de noviembre de 2015

Idolo de Noceda, por JUAN CARLOS MESTRE (Poeta y artista visual, Premio Nacional de Poesía).

Juan Carlos Mestre.
Con noviembre se inaugura en nuestra revista ABSOLEM una nueva sección: Artista anfitrión. Comenzamos con un poeta y artista integral, éste que veis en la foto con tres manos, que lo mismo toca el acordeón que compone versos y pinta universos. Es un mago de los de verdad. Su aportación es un precioso texto poético inspirado en una pieza arqueológica encontrada en Noceda del Bierzo, la precede una pintura del mismo autor. Tomad, ved, leed y disfrutad de ella...
Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, León, 1957), poeta y artista visual, es autor de varios libros de poesía y ensayo, como Antífona del Otoño en el Valle del Bierzo (Premio Adonáis, 1985) La poesía ha caído en desgracia (Colección Visor, Premio Jaime Gil de Biedma, 1992) o La tumba de Keats (Editorial Hiperión, Premio Jaén de Poesía, 1999). Su obra poética entre 1982 y 2007 ha sido recogida en la antología Las estrellas para quien las trabaja (2007). Con su anterior entrega poética La casa roja (Editorial Calambur, 2008), obtuvo el Premio Nacional de Poesía 2009. De reciente aparición es La bicicleta del panadero (Editorial Calambur, 2012) por el que recibió el Premio de la Crítica. Página del autor: http://www.juancarlosmestre.com/




ÍDOLO DE NOCEDA



Nuestra alianza fue con el otoño rojo, no con la túrgida escama del gusano que envejece la vida.

Entonces la sangre de los dioses del valle era fulgurante y hermosa, dócil como el aroma de la música y los bondadosos mastines que mi corazón escucha ladrar toda la noche.

 Pero el que silba un aire verde en la siringa y es místico de tacto y dadivoso ha hundido sus manos en la tierra. En el áspero confín de los sepulcros, edad de la muerte donde nunca hubo nadie, han rozado sus primorosas yemas la semilla, el astro de la tribu, la piedra del relámpago.

 Oh gota de fuego, muchacha secreta que has subido a lo oscuro desde la penumbra encarnada de lo que es bello y remoto.

 Esa carne de rosa o de columna enterrada en el aire ha entrado como una hebra de luz en mi corazón.

 Pero esta tristeza es definitiva, como un nudo de bronce.

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