La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

viernes, 14 de noviembre de 2014

Vieron el mar por primera vez, por PURA FERNÁNDEZ SEGURA.


Traían el desafío en los ojos,
fulgor en las espaldas:
fueron  los hombres primigenios.
Venían de tierra adentro,
de anchas estepas y altos montes
Cuevas y grutas eran su guarida.

Conjuraron a los dioses terribles,
impulsados por la agitada llama
que hace al sapiens diferente de los simios,
y a nada escucha ni obedece,
más que al  inefable  deseo de saber
de qué lugar provenía el aroma,
suave brisa, húmedo bucle
que invitaba  urgente seguir su estela.

Llegaron a una inmensa
y vasta superficie.
Luz celeste del mundo.
Y arrojan la escasa impedimenta,
en la ardiente arena se tienden
ahogados en la dicha.

Sus ojos niños
cegados de azul,
escuchan el rumor pretérito
 de una nana.

Encuentro certero, maternal  plenitud.
Agua límpida que no calma la sed,
que abrasa las bocas y cura  heridas.
Y aviva el germen que por dentro bulle
para seguir buscando lejos,
más allá de la mirada que explora.

Sospecharon que era un cielo invertido,
el edén del que fueron desterrados.
Unicelulares seres fueron sus ancestros
en el oscuro origen de todo lo que existe.

Aún no tenía nombre aquello que miraban,
sin saber habían creado el arquetipo.
Le llamaron Mar.

Y sigue el anhelo, la pregunta interpelante,
materia sustantiva de lo humano,
resueltos en saber que hay detrás,
en la postrera espalda
de la fosa de agua inmarcesible.

Así se extendieron los hombres
por el mundo, llegando al mar en
la edad primera.




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