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Pintura de Vladimir Kush |
“Aquí vemos que la adolescencia,
en especial las señoritas,
en especial las señoritas,
bien hechas, amables y bonitas
no deben a cualquiera oír con complacencia,
y no resulta causa de extrañeza
ver que muchas del lobo son la presa.
Y digo el lobo, pues bajo su envoltura
no todos son de igual calaña:
Los hay con no poca maña,
silenciosos, sin odio ni amargura,
que en secreto, pacientes, con dulzura
van a la siga de las damiselas
hasta las casas y en las callejuelas;
más, bien sabemos que los zalameros
entre todos los lobos ¡ay! son los más fieros.”
“La Caperucita Roja” Charles Perrault (1628-1703)
El amor, como el café, hay
que tomarlo a pequeños sorbos, ya que si no es así no hay cuerpo que lo
resista. Al igual que el café instantáneo pierde cuerpo y aroma, el amor poco
hecho, deja el ánimo revuelto y una sensación de fraude.
Yo no soy bebedora de café, por lo tanto, no es mucho lo
que puedo decir sobre el mismo. La última vez que probé sus efectos, me dejó el
estómago en un puño y los nervios destrozados, pueden creerlo, con el amor me
pasa lo mismo.
Hoy día la inmediatez está servida, aprietas un botón y
cambias el canal de la tele en un segundo, puedes calentar la comida en el
microondas en un plís plás, subes o
bajas de la planta del un edificio a otra, una máquina expendedora te sirve
bebida, comida o tabaco al momento, tan sólo con pulsar un simple botón.
Fue también apretando un botón, el del ratón del
ordenador, cómo conocí a Olasyespuma. Coincidimos en un chat y su nick me llamó
la atención casi al instante. Tal vez porque me vino a la memoria la imagen de
un anuncio, de algo que tenía el frescor salvaje de los limones del Caribe.
En seguida visité su perfil y vi la foto de un hombre atractivo, de mirada profunda por encima de las gafas, que le
daban ese toque intelectual irresistible, y un encantador hoyuelo en la
barbilla.
Olasyespuma,
50 años, ojos azules, complexión fuerte, de profesión empresario, separado,
amigo de sus amigos, independiente, soñador, muy romántico.
Leí de un tirón, aunque me preguntaba qué tenía de extraordinario ser amigo de
los amigos, me detuve en los dos últimos calificativos para regresar de
inmediato al hoyuelo en la barbilla.
Después de dos tardes de conversación virtual, en la que
mis dedos volaban sobre las teclas, poseída por la febril curiosidad que me
caracteriza y mi desbocada imaginación, concertamos una cita. El lugar de
encuentro elegido era la cafetería Titanic de mi barrio. Más tarde caí en la
cuenta de que una primera cita en un lugar llamado así no podía augurar nada
bueno.
Me arreglé y perfumé primorosamente y hacia allí me
dirigí casi en volandas, sin apearme de la nube que yo misma me había fabricado
hacía tres días escasos. Conforme iba acercándome al lugar acordado, vi a lo
lejos la figura de un hombre apoyado en un Peugeot 406, ese modelo que siempre
me había horrorizado por asemejarse a un coche fúnebre. Allí, estaba encallado
un tipo de unas proporciones tales, que en nada hacían evocar sustantivos tan dinámicos
como las olas, o tan ingrávidos como la espuma. Mi primer impulso fue
retroceder, pero viéndome dudar, me escondí tras un contenedor de la basura
cercano.
¡Venga!
¿Qué te pasa –me decía- tú siempre has alardeado de ser una mujer espiritual ¿Ahora vas a
discriminar a una persona, tan sólo porque
su aspecto exterior no encaja con la imagen del caballero andante que te
has forjado?
Luego pensé que quizá me equivocaba y que aquel señor, después
de todo, tal vez no era la persona con la que había quedado. Me recompuse y
continué el trayecto hasta llegar. Pues sí, cuando me disponía a entrar en la
cafetería haciéndome la despistada, el hombre me llamó
-
¡Hola!
Perdona, tú debes de ser Claudia…
-
Sí ¿Tu eres Olasyespuma?
-
El
mismo –respondió mientras me desnudaba con la mirada- pero me
llamo Juan, Juan Valdés.
Juan Valdés, como el del anuncio del café…, pensé.
-
Yo en
realidad me llamo Verónica
-
Bonito nombre.
En efecto, era él. Allí estaban las gafas, unos ojos de
un azul imposible y el hoyuelo en la barbilla. Aunque del pelo negro de la foto
del perfil, apenas quedaban algunos mechones intercalados entre las canas.
Una vez instalados en una mesa apartada de la cafetería,
pedimos dos cafés instantáneos, y hablamos largo rato entre risas de temas
variados, sobre todo él, no se podía decir que el hombre no tuviera tema de
conversación. Aprovechando que alargué la mano para coger una servilleta, él la
tomó entre las suyas y me la sostuvo
durante unos segundos. Yo lo miré sorprenda, entonces me guiñó
picaronamente y pude ver espantada que un extremo de su iris celeste se tornaba
marrón al mover del ojo ¡Llevaba lentes
de contacto de color!. Disimulé como pude mi sorpresa, pero al volver la vista
a las manos bronceadas que aprisionaban la mía, especialmente la mano derecha,
pude advertir la señal blanca de un anillo en su dedo anular. Él debió notar la
descomposición en mi rostro porque se disculpó diciendo que tenía que ir un
momento al lavabo… ¡qué consternación! Una vez que había entrado al servicio,
decidí seguirlo y entré en el de señoras. Los WC de señoras y de
caballeros de la cafetería Titanic, tan
sólo están separados por un tabique que no se alzan hasta el techo, por lo que
se podía escuchar cualquier ruido, ventosidades incluidas.
Pude oír con claridad la conversación telefónica que
Olasyespuma mantenía al otro lado a través del móvil.
-
¡Hola mi vida!, te llamo para decirte que hoy
llegaré un poco más tarde…, sí mi amor, estamos haciendo balance en la oficina
y el jefe amenaza con fastidiarnos hasta el fin de semana. Sí, entonces ¿te
encargas tú de recoger a los niños? ¡Gracias cielo!...
Salí de la cafetería haciendo el menor ruido posible,
antes que Olasyespuma, ahora transformado en Juan Valdés, regresara a la mesa,
por supuesto sin despedirme. Me escabullí por una calle muy transitada, sin
atreverme a volver la vista. Comencé a sentir en el estómago los efectos del
café. Mi ánimo, a duras penas, rescataba sin remedio los restos de aquel
naufragio.
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