Pintura de Michael Cheval
Apenas si recuerdo
su nombre y su figura,
el instante preciso
en que dejó mi vida
definitivamente.
Su rostro
me aparece mutilado
en el descolorido paraje
del recuerdo.
He olvidado su nombre.
Pero su aroma no.
Su aroma fresco
de mañana clara.
Buscábamos entonces
arboledas perdidas,
senderos escondidos
para lucir los besos
aún sin estrenar,
juegos de adolescencia
casi recién llegada.
¡Qué enorme es esta herida
de inquietante ternura
que subyuga un presente
entristecido!
Hoy que me siento sola,
que he corrido mil veces
las esquinas del tiempo,
hoy que todo parece
más grande y más terrible,
tengo el dolor pequeño
de no poder sentir
su nombre entre los labios;
y la alegría
de aquel beso a escondidas
que me dejó en la boca
un sabor agridulce
de campo y de camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario