Soy de ciudad, inevitablemente soy de ciudad aunque pasé grandes temporadas en el campo, eso fue en otro tiempo, en ese acaudalado estado de juventud sin intermitencias en el que una flor es una flor sin pararte a pensar en los pistilos, ni en la corola. Sin cuestionamiento de la vida y la muerte, sin sentir que no eres vegetal sino animal semirracional, sin atreverte a pensar, siquiera, ni por un momento qué, algún día, se te caerá el mundo encima cuando ahora está a tus pies
Nací en una ciudad a orillas de una llamada ría; ría, el
ambiguo nombre dado a dos aguas, la salada cuando sube sin permitirla subir
hasta invadir los afluentes, cuando, justamente, la frena una pequeña presa y
esa mar salada que penetra como amante sigiloso hasta mezclase y en ese punto
luminoso, flourescente de alquimia nací yo, exactamente cuando la marea en su
llegada mansa, frena.
Soy de ciudad, lo repito, me gusta la ciudad, me gusta ver
la gente mezclada, fresca de mañana, cargada de tarde, optimista hasta el
absurdo, ver sus caras relucientes, lustrosas, sanas aún, florecidas por la
noche, reverdecidas por la cama, reverenciadas por el sueño.
Voy deprisa por ella, por mi ciudad y sin embargo la veo y
huelo su aroma de coches y polvo, soy de ciudad y es secundario el repugnante olor
a gasolina, la herrumbre de los coches, la mezquindad del asfalto, el murmullo
de la gente, el crepitar de cada zapato estampado en la baldosa.
Ayer vi a un hombre, se tambaleaba de mañana, parecía
borracho, estaba borracho, se jactaba de ser el más listo y el resto idiota; a
qué se referiría con ser él, el más listo, qué eludía por un tiempo limitado,
enfrentarse a lo que los demás sin pensarlo aceptábamos, lo gritaba, gritaba
extemporalmente y tal vez tuviese razón, hay algo más absurdo que vivir, vivir en
la ciudad aún y a pesar de sentir por ella debilidad: vivir amontonada, atormentada
por el ruido en un edificio como colmena, mascar el polvo cada día, cada
segundo, oler a frenos, a humano, al excremento de la calle, sin lugar donde
habitar hasta llegar a tu colmena saciada...
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