En esta mañana de
mediados de diciembre, se ve algo de bullicio en Granada, pues las mujeres
aprovechan para ir de compras por los comercios del centro. En la calle Reyes
Católicos, no deja de sorprender el tradicional pesebre encima de la marquesina
de la joyería San Eloy. Fue el pasado año cuando unos cacos desaprensivos
escalaron la fachada, y se llevaron la figura del niño –que está en la cuna– y
días más tarde a San José, que ya traspasó la carpintería. Al doblar por la
calle Príncipe, hay una tremenda cola para la lotería, como en los años del
hambre y la que ahora se forma en las Urgencias del Hospital Clínico.
En la plaza de
Bib-Rambla ya están los puestos que venden belenes, figurillas de pastores,
carpinteros, pescadores, molineros, afiladores, panderetas, zambombas, adornos
de Navidad y toda la pesca. “¿A cómo son las figurillas?”, pregunto. “A un
euro, pero éstas son las últimas porque el fabricante cerró el negocio”, me
dice el mulato de la caseta. Son casi las mismas imágenes que yo compré en
Baza, allá por 1966, sólo que entonces valían una peseta. Ocho duros me costó
un belencillo, con su tío cagando y todo. Un grupo de turistas españoles hace
corro en la plaza y, por un momento, pensé que era aquel pintoresco charlatán
que lo mismo te vendía un braguero y además regalaba una manta. Por el Arco de
las Cucharas se oye el canturreo de los villancicos: “Oh, blanca Navidad, nieve
una esperanza y un cantar, recordar tu infancia podrás al llegar la blanca
Navidad”. La música proviene de los altavoces que el Ayuntamiento ha puesto en
la plaza de Bib-Rambla. Eso es, más villancicos y menos multas y controlando a
los cuatreros. En la Romanilla, las castañas pilongas están a 2,10 el cuarto.
¿Y el kilo de granadas? “Por ser para ti, te las dejo a dos euros”, me dice el
tío del puesto.
Una vieja me pregunta
por la plaza de la Trinidad: “Soy de Granada, pero hace mucho tiempo que no
vengo…”. En la redicha plaza han escamujado los árboles y los estorninos ya no
tienen donde refugiarse, porque gente sin alma destruyó sus nidos para
construir viviendas. Antaño se vendían aquí los pavos de Navidad –creo que a
duro– y los dejaban sueltos para que fueran picoteando, pero siempre había
algún malafollá que les echaba un puñado de bellotas. Entonces los pavos se
alborotaban y se mezclaban, y había que ponerlos en formación a varetazos. En
Puerta Real han puesto un árbol de Navidad, dicen que como el de Nueva York.
Pues ya está: Poeta en Nueva York. Desde que nos mandaron la leche en polvo a
cambio de las bases, aquí siempre estamos copiando a los americanos.
¡Americanooos!
Da pena ver en
Granada y, sobre todo, en los pisos de matrimonios jóvenes de los pueblos, el
muñeco de trapo de Papá Noel, cargado con un saco a la espalda y trepando como
los monos por los balcones y ventanas. Ahí tenemos el caso de la niña de seis
años, que cayó desde un quinto piso mientras trataba de alcanzar un muñeco de
estos, resultando con heridas muy graves. Hemos pasado de los camellos al reno,
de los Reyes Magos al Papá Noel y del belén –que Carlos III trajo a España, en
el siglo XVIII– al árbol de navidad de los países nórdicos. Ahora que con la
democracia hemos ido recuperando nuestras viejas costumbres, nos quieren meter
un consumismo rampante con unos figurantes que no tienen arraigo ninguno en
España. A mediados del siglo XIX, el Santa Claus estadounidense pasó a
Inglaterra
y de allí a Francia.
De manera que Santa Claus, Papá Noel y San Nicolás son los nombres con los que
se conoce a este personaje. Y
para los niños holandeses, resulta que San Nicolás llega en barco procedente de
España, a lomos de su caballo blanco y cargado de regalos de Navidad.
Estimo a José Antonio
Pérez Tapias y no le voy a pedir que valle la ermita de San Sebastián, sino que
se pase cualquier domingo, a las 10:30, y oiga una ‘misa en familia’, allí
donde Boabdil se rindió. Hacía más de
veinte años que yo no asistía a esta ceremonia y me sorprendió la sencillez. En
nuestro país, la Navidad (natividad significa nacimiento, y en los pueblos
todavía se le llama el Día del Nacimiento) y Reyes son las fiestas más tiernas
del año, donde las familias se reúnen, y también las más nostálgicas, pues nos
trasladan a esa edad de oro que fue nuestra infancia. Y a veces, las fiestas
más tristes. Que sigan montando belenes en el Ayuntamiento, en el Hospital de San
Rafael o en Pinos Puente, y que resuenen los villancicos en los ‘Supermercados Dani’.
Pero que no nos vendan a Papá Noel. Y como decían nuestros padres, les deseo
unas felices Pascuas y un próspero año nuevo.
Artículo publicado en La Opinión de Granada,
el 22 de diciembre de 2006
Posdata:
la
ermita de San Sebastián estaba prácticamente abandonada y con las paredes
pintarrajeadas. Tiempo después la restauraron. El árbol de Navidad ahora lo
ponen en la plaza de Bib-Rambla (hay quien escribe todavía Bibarrambla, como antiguamente),
un armatoste en forma de cono, que luce muy bien por la noche.
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