Crisis de la lectura y lectura de la crisis
Una reflexión para los mayores
pero que pueden escuchar los niños
Supongamos que alguno de nosotros tiene un problema. ¿Supongamos…?
No. No hay nada que suponer; problemas tenemos todos: tal vez se
trate de algún problema personal, familiar, económico, laboral, de
salud… Por lo tanto, no hay que suponer demasiado: casi todos
tenemos eso que hemos dado en llamar “un problema” ¿no es
cierto? Bueno, a lo mejor, muchos niños y jóvenes no lo tienen…,
o simplemente aún no acaban de verlo...
Existen algunos principios de organización mental que nos sugieren
que para abordar un problema o una situación difícil que requiere
buscar por nuestra parte la respuesta más apropiada, lo primero que
tenemos que hacer es conocer a fondo esa situación problemática,
comprender cuál es su origen, sus causas, sus características, sus
consecuencias, las condiciones que la propician, etc. Es decir:
conocerla a fondo y comprenderla nos permite reflexionar con rigor
sobre ella y buscar las mejores opciones, cuál pudiera ser la
respuesta más adecuada que podríamos darle.
Pongamos, por ejemplo, que queremos mejorar nuestra situación
económica, sea esta la que sea, en estos tiempos de crisis. Para
comprender la crisis económica en la que nos encontramos y cómo nos
afecta a cada uno de nosotros es fundamental, entre otras cosas,
leer… Leer nos puede ayudar a conocer cómo funciona el mundo, la
sociedad, las relaciones humanas, nuestra propia mente… Y esta
compresión es necesaria para buscar soluciones o respuestas
realistas y eficaces. Primero, es conveniente conocer lo que nos
dicen sobre el tema los diversos medios de comunicación. Pero no nos
podemos quedar ahí: hay que conocer también lo que nos dicen los
grandes economistas y los grandes pensadores a través de sus libros
o artículos, los que nos dicen los diversos grupos sociales y
políticos, lo que nos dicen las organizaciones no gubernamentales
comprometidas en paliar los efectos de la crisis, etc. Conocer lo que
nos dicen todos ellos, analizar, reflexionar sobre ello y tratar de
comprender, de adoptar una posición personal al respecto, una
respuesta sensata a esta situación en la medida en que todos somos
parte de ella; en cierta manera, sus causantes y, al mismo tiempo,
sus víctimas.
Nos resultaría muy útil comprender por qué esta situación social
y económica a la que han dado en llamar “crisis” se ha
producido. Cómo hemos llegado a ella. Ser capaces de analizarla de
forma crítica e independiente, más allá de consignas ideológicas
y políticas sesgadas o interesadas. Aunque no nos guste, no nos
queda otra opción que partir de donde estamos. Estamos donde
estamos. Y a partir de aquí ¿Qué hacemos? Esa es la pregunta. En
realidad, esa pregunta solo tiene sentido si reconocemos que siempre,
esté uno como esté, se puede hacer algo para cambiar, mejorar o
simplemente paliar los efectos indeseables de la situación en la que
nos encontramos, buscando alternativas y abriendo la mente a nuevas
posibilidades que en otra situación ni siquiera nos plantearíamos.
Por eso una lectura selectiva, bien escogida, puede resultar de gran
ayuda, buscando los temas en base a nuestras necesidades personales,
familiares y laborales. Leer para clarificar nuestra mente respecto a
cuestiones existenciales y espirituales, el sentido de la vida, la
distinción entre lo realmente necesario y lo superfluo; para aceptar
que vivimos sumidos en tiempos de frenético cambio y continua
incertidumbre; para aprender o perfeccionar idiomas que amplíen la
geografía de nuestro horizonte laboral; para formarnos en nuevos
conocimientos y habilidades que nos abran nuevas posibilidades de
trabajo; para formarnos, llegado el caso, como emprendedores y
buscarnos la vida sin depender de una hipotética nómina, que puede
que nunca llegue, que la perdamos, o que sea tan baja que no nos
permita ni cubrir nuestros gastos básicos; leer, en definitiva, nos
puede ayudar a tomar las riendas de nuestra propia vida.
Ante este tipo de coyunturas sociales no es suficiente quedarse en la
simple queja, en esa ineludible dosis cotidiana de indignación
que en los últimos tiempos aporta su puntito de amargor a todo café
de media mañana o sirve de picante guarnición a todo aperitivo que
se precie. Cáustico lamento que, todo lo más, utilizamos para
justificarnos a nosotros mismos y dar salida a los malos humores; un
desahogo no nos va a solucionar
realmente nada. Se hace preciso ir más allá y adoptar resueltamente
una actitud emprendedora y creativa que pueda ayudarnos a encontrar,
antes o después, un camino que nos permita vivir dignamente.
Ciertamente, no nos resulta demasiado rentable quedarnos en el
victimismoculpabilizador sino que lo que más bien
necesitamos es adoptar un compromiso social firme y
consciente.
puntual que
Con esta crisis nuevamente ha quedado claro que no podemos delegar
totalmente la plena responsabilidad de nuestra propia vida, ni la de
los nuestros, en los poderes públicos. ¿Qué hacer cuando estos
poderes públicos no cubren o no atienden debidamente las necesidades
básicas de buena parte de sus ciudadanos? Esa es, precisamente, una
de las grandes enseñanzas de esta crisis, que no habría que
olvidar.
En tiempos de crisis necesitamos aglutinar todas nuestras fuerzas,
toda la energía de nuestra fe y confianza en nosotros mismos, pero a
la par, necesitamos confiar en los demás, bridándoles nuestra ayuda
y apoyo en la medida de nuestras posibilidades, estando dispuestos a
unir nuestros esfuerzos con otras personas para perseguir metas que,
estamos seguros, difícilmente lograríamos alcanzar de forma
aislada. Y en eso precisamente consiste lo que podemos aprender: a
caminar cada cual por donde le toque, pero respondiendo de forma
constructiva a las urgencias personales y sociales que se nos cruzan
por el camino, con la mente abierta y haciendo frente a los
inevitables miedos de un futuro incierto.
Para que todo este necesario proceso de cambio personal podamos
planteárnoslo con rigor, se precisa escuchar, dialogar, reflexionar
y por supuesto, también leer… Leer es solo el inicio de una buena
parte de los procesos de cambio. Pero se trata de un inicio
que paradójicamente se encuentra en todos y cada uno de los pasos de
ese camino. Porque la lectura es uno de los pilares de la cultura.
No me refiero a la cultura académica que tiene como fin un título
universitario o una profesión bien remunerada. Me refiero a una
cultura que no hace al ser humano más engreído sino más modesto;
que no lo hace más conforme sino más crítico, más libre y con más
recursos. No me refiero a la cultura que permite escalar puestos de
poder sino a la que permite bucear de forma entrañable y compasiva
en la condición humana. Me refiero a un concepto de cultura similar
al que recoge Unamuno, escritor y filósofo, en la siguiente frase:
«La
libertad no es un estado, sino un proceso; sólo el que sabe
es libre,
y más libre el que más sabe. Sólo la cultura da libertad... No
proclaméis la libertad de volar, sino dad alas; no la de pensar,
sino dad pensamiento. La libertad que hay que dar al pueblo es la
cultura. Sólo la imposición
de la cultura lo hará dueño de sí mismo, que es en lo que la
democracia estriba».
Luis
Muriel Burgos
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