Era blanco
majestuoso y vivaz.
Cabalgó volando
horas y días
meses y años sin parar...
Tenía alas de terciopelo
suaves y enérgicas
que aleaban al viento
y ahuyentaba los malos espíritus...
Bajó del cielo un día
cansado de buscar
a un Dios eterno que lo hiciera inmortal,
más al no hallar lo que buscaba
decidió marchar
huir hacia un mundo terrenal
donde muchos Dioses si eran eternos
y venerados con amor…
Y en ese cabalgar ufano
triste y enojado
halló la paz de un momento
cuando pisó tierra firme
y en ese instante de serenidad
miró a ese cielo irresistible
y al verlo tan lejano
se preguntó:
¿Qué hacía un Dios tan lejano de la gente?
¿Dónde se escondía?
Más de pronto se miró a un espejo que en la tierra dormía
y sorprendido comprobó
que él, era ese Dios que tanto buscaba.
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