De afilados colmillos,
el agua es una fiera
que muerde.
Cada centímetro de espalda
se renueva, gota a gota, en aguijones
de mar brava y corazón de azúcar.
Muerde,
cae cuerpo abajo,
entre pompas de jabón
y dejadez.
Momentos como ríos
que fluyen sin mesura,
traen a colación un mundo
de recuerdos:
bendito y alabado reza mi madre
mientras me pone ropa limpia.
Muchas, muchísimas gracias por publicar este poema, que para mí tiene un significado muy especial.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es un placer Pepi, contar contigo. Enhorabuena.
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