La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

domingo, 27 de febrero de 2022

AMOR EN LA ARCILLA (LEYENDA DE LA TIERRA), por Pepe Velasco Romero

 


Tierra de crepúsculo agridulce sobre el valle tostado de sus senos; con viento de fragua ruda que recorre su vientre yermo. Agua que resbala y enjuga sus prematuros pliegues; cuarteada de papel donde se plasma aguada tenue. Música de gemidos monocordes y suspiros de viento de nevada; aspereza de tomillo con amargura de retama. Maraña mínima sobre monte imberbe. Espesura de juncos junto a hendidura soberana que la riega el amor de primavera, y en el estío la corean legión de canto de cigarras. Frío de manto de mármol y fría su hendidura sazonada de mil sensaciones imposibles donde los sentidos estallan cuando un amante experto y apasionado acaricia con premura su piel de arcilla y su quebradura sazonada de mil sensaciones imposibles donde los sentidos estallan, y luego admira su amanecer de crepúsculo agridulce. Su monte de maraña mínima, su viento de fragua que recorre su vientre yermo y humedece sus poros y sus sentidos hasta la locura de desear amar y ser amada.

Parajes de páramos yelmos de vida escondida en tierra de sedientos y resecos parajes de arcilla, donde un sol de plomo y el tiempo inmisericorde en su constante devenir levanta esfinges de arcilla modeladas por viento tenaz y lluvia torrencial y efímera. En las nítidas noches de cielo transparente y límpido donde se dan cita miríadas de estrella, saetas fugaces cruzan el cielo de la tierra de greda y una luna hechicera vigila escondida tras una gran mole de vida. Entonces, en el entorno embrujado, como por ensalmo, cinco proscritos comienzan a rasgar la noche agridulce con ahogados quejidos de poesía. Entretanto, se desliza el amor de forma furtiva por veredas sencillas, y tras centinelas de adobe se manifiesta el candor de vida que empieza y de pasión que nunca termina.

 —¡Dime, amor mío! ¿Por qué has venío?

—¡Porque aquí dentro yo lo he sentío! –dijo él exultante exhalando un gemío—. ¡Tú bien sabes que a ti siempre yo te he querío!

 —¡No te expongas de esa forma!, ¿y si nos ve mi marío?

—¡Yo por tu amor traspaso barreras! Y a nada ni a nadie miedo yo nunca he tenío.

—¡Amor mío, calla tus labios y sella los míos! Deja que acaricien mis manos tu cuerpo y acaricia tú el mío hasta que nuestros corazones latan al unísono, con un solo latío.

 

 La tarde en deceso siembra de sombras aquel lugar escondío y un susurro de besos se encuentra la noche como resuello tardío. La luna acaricia con risas, festejando la dicha de aquel amor prohibío. Y los silbos del viento extienden y esparcen el gozo y la dicha por aquellos seres sentíos. En la madrugada viene la calma, la luna triste se esconde y el viento cesa en su soplío. Ya la tragedia se masca en la sombra, como untura espesa de puchero esaborío. La noche se rasga de fuego y las notas de muerte hacen su recorrido. La aurora se tiñe de sangre y el aire se espesa, propagando la muerte con terrorífico aullido. El amor yace a los pies del verdugo; entrelazados los cuerpos, en sus caras, como un rictus de culpa del posible pecado cometío. Pero no hay tal pecado, solo el amor desbocado, impregnado de pasión y de lumbre, de dos seres que se han amado con un amor correspondío.

Ya la noche se desliza con su manto de vieja y los cinco proscritos prosiguen rasgando el cendal de la noche ahora con sones de pena. Más tarde, una luna de plata juega con las sombras de las exiguas veredas y el amor, al principio candoroso y alegre, se diluye ahora en madrugada de velo tenue, y las notas se esparcen y se mecen en aurora de sueño. Los cinco proscritos callan ya extenuados y un silencio espeso se extiende por la ladera de arcilla hasta llegar al cauce de agua rala que se enerva y proclama, con voz monocorde y quebrada, que ella ha contemplado una noche de amor trágica con balada de pena y es  coreada por los álamos de la orilla. Y pájaros madrugadores le preguntan a ella por la infausta noche de amor de los dos churumbeles allá tras los centinelas de adobe y bajo el cielo de arcilla. Pero el agua altiva los ignora; y continúa su periplo con su loca coplilla, y cuando ahíta y cansada en el remanso se para, le dice al sauce que se yerga y no llore, porque ella ha visto la noche pasada en su alta ribera, como dos churumbeles con loco ahinco se amaban en hoya de vega de ensueño, tras centinelas de adobe y sones proscritos con luna de plata y parajes de arcilla.

Y el mirlo alcahuete sobre los pasos del agua vuelve; contando con su voz chillona a todo el soto de vida, desde el chopo a la breña, la funesta historia de amor que el agua cuenta en su remanso del llano al sauce que llora y que sueña.

Que sucedió una noche de embrujo en hoya de sueño y sones proscritos, tras centinelas de adobe y parajes de arcilla, que dos churumbeles con loco ahinco se amaron; gozando el amor aun despreciando la vida. Y con su grito monocorde y su errático vuelo, tras traspasar las laderas de arcilla y los centinelas de adobe, llega hasta la cuna del agua la mole de vida que, tras escuchar el relato, pletórica de alegría, se viste su manto de blanco encaje y vierte sus lágrimas sobre la rala espesura. Y tras cruzar de nuevo la llanura, vuelve hasta las laderas de arcilla y centinelas de adobe a contemplar el lugar en que dos churumbeles con loco ahínco se amaron ensalzando el amor y despreciando la vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

2 comentarios:

  1. Un relato poético y descriptivo que nos sumerge en un amor verdadero aunque clandestino, que encuentra su final a manos de la doble moral donde el amor herido no es más que posesion y venganza. Relato que con mínimas frases nos hace reflexionar.

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