Y AQUÍ ESTOY YO
Me adentro en el pasillo de tus ojos
como si fuera un dolmen,
buscando en los ancestros
un trozo de ternura desvalida.
Y, en este encuentro a ciegas,
reviso el horizonte,
una voz carcomida por lo oscuro,
una línea plegada en el vacío.
Y asusta la oquedad
silenciosa y precisa de tus ojos,
que me convocan siempre a las heridas.
Yo nunca sé si el largo recorrido
me llama o me destruye.
Pero tengo brazos de árbol
en las tardes de lluvia,
cuando el amor no llama
y la palabra hiere a los papeles,
sobre la piel sin nombre
y sin tormenta.
Y me adelgazo,
gris, como el otoño,
cansada, a veces,
sola, en la desnuda
penumbra del silencio y de la sombra.
Y asusta la oquedad
silenciosa y precisa de tus ojos.
***
Del poemario «Conjuración de ausencias»
POEMA INSOMNE
Duermen las lavadoras,
los trapos, las aceras,
los niños, los lavabos,
las iglesias, los cines,
y las carnicerías,
los bares, las vitrinas,
las tiendas, los cristales,
las nubes, los carteles.
Por el ancho silencio
voy mordiendo a bocados
la larga retahíla
de las cosas dormidas.
Con mis párpados cuento
los minutos de sueño
sustraído en despojos
a los restos del día.
Quiero dormir, dormir
un sueño de elefante,
de mamut o de oso
que hiberna en su guarida,
para no computar
más horas, más esperas,
más mediáticos tronos
de espumas y saliva.
El ritmo del poema,
atroz, como la carne,
espasmódico, duro,
aberrante, contable,
tan lleno de estulticia,
tan solo y desvalido,
tan triste y harapiento...
(El amor, ese monstruo...)
Mejor, búscame ayer.
Era un tiempo posible.
***
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