Llegó sin avisar, revestido de cierta
angustia y desasosiego. Parecía un druida, un aparecido en mitad de la montaña,
un anciano buhonero que hubiera perdido todos sus cachivaches por los caminos
más remotos de la tierra.
Lo primero que hice fue prepararle
algo de comer, después conversamos largamente bajo el cielo estrellado:
- Dios Escribe en la noche –balbució –
pero ¿para quién escribe? ¿a quién de nosotros dirige el aliento de sus
sílabas? ¿Por qué se molesta en hablar con los hombres? Los hombres que somos
menos que viento y ceniza, absurda quimera de dolor y vacío. Él, sobre todo él,
el Dios con mayúsculas de nuestros mayores, el gran ausente, el viajero eterno,
el gran demiurgo que sostiene con hilos invisibles el cuerpecillo de los
pájaros. Él, que duerme bajo los girasoles. Él, el que no necesita casa, y si
acaso la necesita, no es más que un inmenso paraguas abierto, refugio y defensa
de toda inclemencia. Tranquila nena, todavía no he perdido la cabeza, lo sé, sé
lo que estás pensando; no tiene sentido hacer fuego en mitad del hielo ¿verdad?
¿Sabes? no tienes malas vistas desde aquí. No, no digas nada, se que necesito
un baño de al menos media hora en remojo, lo sé. “En remojo”, tía Elo utilizaba
mucho esta palabra, “remojo”. Ella me decía: “eres demasiado ruidoso hijo, dejas
a todos desconcertados con tus extrañas reacciones. Ella no comprendía la
excentricidad del noctámbulo, siempre goteando nostalgia durante el día. No
temas nada nena, no hay porqué preocuparse. Todavía conservo el pequeño refugio
de la sierra, hacia allí me dirijo. No quiero que nadie sepa de mi regreso,
guardarás el secreto ¿verdad? Desde allí observaré la mentira del mundo y
volveré a escribir, tú firmarás mis novelas, pues a mí me dieron por muerto,
como sabes, hace algunos años. Quiero seguir así. Mi desaparición me ha librado
al fin de ella y de mí sin proponérmelo. Allí arriba únicamente me preocuparé
del brezo y la nieve. En la cumbre no
importa lo que se sabe ni lo que no se sabe. Bermejo se ocupará de las
provisiones y de todo lo demás. Sentirme libre es casi mejor que serlo ¿No
crees? A la poesía le gustan los cisnes de cuello negro y siempre huye de la
jaula de los leones. Como ves ahora, viajo hacia atrás y me gusta indagar en
los olvidos. No me pidas sentido común, porque en mí no ha existido nunca más
sabiduría que aquella que poseen los locos seducidos por la belleza del
granizo. No importa lo vivido sino lo que queda por vivir, lo que queda entre
la bruma del valle, lo que dejarán los rebaños a su paso. No sé si con lo que
me queda algún día lograré ser dichoso. Se acerca el tiempo de la verdad
desnuda, no tengo ya camisas de lino sino un lugar vacío y unas sandalias
demasiado usadas. Estaré en los lugares más insospechados. Voy a unirme con los
árboles. No sufras nena, en este mundo ya no hay lugar para mí. Lo importante
ahora en esto de vivir en el anonimato es no bajar a la ciudad, no ser visto por
nadie, excepto por Bermejo. Tampoco en este viaje he encontrado lo que buscaba,
pero al menos he conseguido librarme del fantoche en el que me había
convertido, aunque para ello haya sido necesario que me dieran por desaparecido.
Su última novela llegó puntualmente
pero ya nunca supe de él. Es todo cuanto sé.
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