Lluvia, tú viniste:
para erigir mi aliento sobre el cristal
y con las yemas de mis dedos
delinear sobre él, su nombre.
Y por fin poder pronunciarlo
sin esperanza.
Para llorar juntas de dicha
por haber sobrevivido
a la búsqueda ciega del instante,
al vacío del universo traspasando aquel amor,
que inequívocamente alzaba el sentido de tu existencia.
Y la mía.
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