Noviembre.
Triste tarde de lluvia.
El otoño se rompe
en las gotas de agua,
ecos de muerte
sobre los cristales.
La ausencia me provoca
languidez amarilla.
Silencio.
Nada queda de ti.
Apenas una foto en la mesilla
me rescata tu rostro del olvido.
El tiempo que vivimos
ha vuelto inacabado
para contar tu triste despedida.
Es esta soledad
quien reclama su ofrenda,
su tributo constante
y necesario,
aunque yo esté vacía.
No queda más dolor en esta herida.
La tarde va muriendo.
Plenilunio en noviembre.
Silencio.
Entreabro la ventana.
Fuera sigue lloviendo.
Como si nunca hubiera
sucedido nada.
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