La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

miércoles, 14 de junio de 2017

¿Por qué historia de las mujeres y no mujeres en la historia?, por MARIBEL DÍEZ JIMÉNEZ.



Sin lugar a dudas la preocupación y elaboración de la Historia de las Mujeres ha sido una necesidad ante la descarada y vergonzosa marginación e ignorancia de la disciplina a la mitad de la población, exceptuando alguna que otra biografía de mujeres excepcionales. Michelle Perrot, profesora universitaria en Paris, en el curso 1973-1974, tituló su asignatura “Les femmes ont-elles une histoire?” (¿Tienen las mujeres una historia ?).

Se trata de mostrar que las mujeres han sido ciertamente sujetos de la historia, actrices de la historia con el mismo título que los hombres. Muchas investigaciones han tomado como objeto la mujer víctima, rota, abatida, humillada, prostituida. Esto es, sin embargo, una historia de la dominación y de la opresión que se ha escrito, más que una historia de las mujeres propiamente dicha. Al lado de esta corriente “victimista”, también ha habido interés por las mujeres excepcionales, activas o rebeldes, dando sin embargo, una visión parcial de la historia de las mujeres. Poco a poco esta se ha ido desmarcando y poniendo el acento en los “roles naturales” de la mujer, con investigaciones centradas en el cuerpo femenino y la reproducción, los trabajos domésticos, o las ocupaciones específicas de las mujeres. Por otro lado y al mismo tiempo, también se ha propuesto un acercamiento más cultural.

Como los ámbitos o especialidades, en cuanto a la propia historia de las mujeres, son múltiples, nos vamos a centrar en el del trabajo, que es actualmente el que me preocupa y ocupa. Y valga como ejemplo. Tanto las primeras historiadoras de las mujeres que publicaron en torno a 1900 (Ivy Pinchbeck, Alice Clark…) como las que en los años 70-80 constituirían propiamente la disciplina (Joan Kelly, Joan Scott, Natalie Z. Davies, Michelle Perrot…) otorgaron un lugar privilegiado al estudio del trabajo de las mujeres. Ello fue por razones tanto de índole política, por lo del derecho al trabajo, como meramente historiográficas, donde la historia social era la perspectiva dominante en historia. Durante esos años la difusión de investigaciones previas poco circuladas y de las nuevas investigaciones ensancharon significativamente nuestro conocimiento de las actividades económicas de las mujeres. Por otro lado, se empezaron a explotar de otra manera las fuentes, haciendo lecturas diferentes de las mismas, o buscando donde en apariencia no había (Arlette Farge…). De este modo empezaron a construir un aparataje teórico, que permitiera explicar por qué y cómo era desigual el acceso a los recursos de mujeres y varones.  Sin embargo, a partir de la última década del siglo XX, los giros historiográficos y el creciente predominio de la historia cultural, va a ralentizar las investigaciones centradas en la economía, aunque no desaparecerán.

En el caso de España, donde los proyectos y las investigaciones académicas feministas empezaron una década más tarde,  la preocupación primera por la problemática del trabajo y la propiedad se puede constatar tanto en reuniones científicas (Jornadas Interdisciplinares) como en publicaciones (Cristina Segura Graiño, Mary Nash, M. Teresa López Beltrán…) sin embargo, también aquí los cambios historiográficos van a rolar a lo cultural, lo  que frenará en seco la investigación sobre economía y trabajo. Y como en otros países va a concentrarse en la época contemporánea y en las profesiones liberales (sanitarias, educativas y científicas).

Otro ejemplo de la necesidad de otras perspectivas y miradas ante la Historia, nos la ofreció Merry Wiesner al indicarnos que las mujeres están en el centro mismo de la economía y no pueden ser relegadas a sus márgenes. Ella propone prestar atención al predominio femenino dentro de un área frecuentemente pasada por alto, pero crucial en la economía urbana moderna: la producción y distribución de bienes y servicios. El comercio no es solo el gran comercio internacional, es también, e imprescindible, el pequeño comercio de la ciudad. Pero aún más,  ese papel central de las mujeres en la economía no es solo porque ocuparan trabajos imprescindibles sino porque la economía más básica -explotación campesina o taller artesano- se fundamenta en el trabajo de la familia-casa (esposo-esposa-hijos-criados). Y ese trabajo, facilita el resto de actividades económicas, es decir, para que un hombre pueda ir a su puesto de trabajo, alguien, una mujer, se ocupa de los trabajos de reproducción, cuidado, producción y consumo del grupo familiar y social. Este papel de las mujeres en la economía sigue aún oculto, de ahí que una parte de la tarea a realizar, si queremos hacer una historia crítica, es situar a las mujeres en el centro de la producción económica de cada periodo y lugar.

Se insiste hoy en la necesidad de no analizar más la vida de las mujeres de forma aislada y confrontarla a la de los hombres. Es decir, ver cómo se jerarquizan los roles, como se articulan las unas con los otros para reconocer conflictos, concurrencias y solidaridades. Este acercamiento nos llevaría a la historia de género –de las mujeres y los hombres-, la cual demostraría que estas relaciones no son resultantes naturales de las diferencias biológicas, sino más bien construcciones sociales que evolucionan, se modifican, se deconstruyen y de reconstruyen. Particularmente, no tengo claro si es conveniente pasar a una historia de géneros, con las lagunas que aún tenemos en cuanto a la Historia de las Mujeres.









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