La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

miércoles, 14 de junio de 2017

A Teresa Mancha, mi amiga, amante de Espronceda, por JOSEFINA MARTOS PEREGRÍN.

                           
        
(Muerta  en 1839, a los 28 años de edad)


Teresa, apenas queda tu sombra
oculta tras la sombra del poeta.

Apareces
en las páginas de un libro,
en la desesperación de un canto,
en cada criatura que escapa
de la red
y sueña.

Teresa huida,
sé tan poco de ti
que todo lo imagino:
El viaje
desde la raíz de la aurora
a las ramas más negras de la noche.
Tu angustia de madre             
que rehúye a los ángeles
para volar hacia las nubes.

Tiempo de luz,
pies cascabeles,
sábanas felices,
ventanas claras,
el arrebato de un vals en la cocina,
el patio florecido de poemas.
Pero después…
La alfombra sucia de insultos,
el carnaval  cobarde,
la almohada áspera de dudas.

Arrepentida
de haber amado tanto
a quien no lo merece.
Pero  quizá  lo merece:
también él pagó su rebeldía.
Aunque  tú pagaste más,
por el derecho
no de amarle a él,
sino de amar en libertad.
Nadie lo entendió –pocos lo entienden−
y perdida entre  muchedumbres
de  almas fingidas
averiguaste
todo el peso del desprecio.

No reniegues de tu libertad,
no te arrepientas, Teresa,
no te acuses de necia:
hubo un tiempo de amor
y un tiempo desesperado.

Y algo más:
Unos ojos
mirando tras la reja tu cadáver,
unas manos frías,
un llanto sin lágrimas
en la noche sin estrellas.

Y también mi amor, Teresa.




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