Precipitada
en la negrura insondable de tus ojos,
el deseo,
como un martillo,
hace saltar
los resortes de la cordura,
mi piel bebe
tu aliento,
se inflama
con la seda de tus brazos,
la noche se
agita
como alas de
cientos de pájaros.
No sé quién
eres, sin embargo,
me entrego
al desorden de tus caricias
y pruebo la
adormidera de tus labios.
Como me gusta lo que has expresado...un abrazo de Azpeitia
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