Mi corazón, esmeralda
tallada
late por sus infinitas
caras
mientras tus dedos de
orfebre
lo moldean a su antojo.
Como rubí, rojo intenso
es mi sangre cuando hierve,
es la herida de mi amor
y son tus palabras
hirientes.
Son del color del zafiro
los ojos de mi condena,
tan hermosos como fríos
tan intensos como crueles.
En tu pecho, diamantes
rocosos e inaccesibles,
sin grietas a la ternura
ni abrazo que lo
conquiste.
Como brillantes engarzados
uno que ríe y otro que
sufre
como perlas gemelas de
ostra
que se atraen y se
repelen.
Munich, 4 de diciembre
2015
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