Me esperarás dormido,
en el filo del aire,
con el alma desnuda.
Me esperarás dormido
porque es acaso el sueño
el deliro más grande
que hasta el dolor prefiere.
El eco de tu nombre,
canción de eternidad,
destilará en mi piel
savia de escarcha;
y en el rocío primero
de la aurora,
una senda de rocas espigadas
desplegará tu esencia por mis labios.
En el limpio quejido
de la noche
será nuestro reencuentro
y no habrá más verdad
que la sonrisa en flor
de tu presencia.
Y pasarán los días
y las horas más
dulces,
cobijada en tu vientre,
presa de tu cintura.
Por ti seguirá viva.
Aún después de la muerte
la exhalación de un sueño
seguirá perfumando
hasta la entraña misma
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