Me gustaba pintar las piedras:
El sol quemando,
un mar de olas y su velero al viento,
desarboladas flores,
las montañas, el río,
el prado y la casita;
la sentenciosa frase.
El mundo era claro entonces.
Ya he dejado de pintar piedras:
el guijarro, los cantos, la china blanca,
de pedernal duro tu pecho armado.
Mi ejercicio consiste
ahora en evitarlas.
fecunda sementera de nostalgias.
Perseguir la trocha improbable,
la quimera del camino expedito.
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