Me proclamo rebelde,
entristecido cuarzo de intifada,
osado agitador de mariposas,
regente del silencio de mis gallos.
En la cartera sólo dos afanes:
librar a los insectos dormitados en el ámbar
y conducir el grito de la tierra
que todos cosechamos.
Astrónomo de versos
sin más mesías
que las manos abiertas
a la tinta cargada de dolor.
Porque el hombre que piensa este poema
ama el agua alejada
del temblor de las sombras,
llora cuando las hojas desnudan a los árboles,
silencia su ignorancia
en la voz que dormita en las canciones.
Nadie me representa en este drama
de diamante, corona y malas hierbas.
El indulto vendrá a mis posesiones,
aislado de demonios rezaré
hasta que mis rodillas se acomoden
a la urgente belleza del rubí.
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