El misterio de un personaje, por ANTONIA PILAR VILLAESCUSA RIUS
No entendía mi lenguaje ni mis gestos, ni la mímica que
prodigaban mis manos. No sabía de árboles, ni vegetales ni montes, ni llanos.
No entendía nada. Más sus ojos centellaban como golosinas curiosas eran dulces
y entrañables. Me miraba inquietante pero no temeroso, moviendo sus pupilas a
un ritmo trepidante como queriendo abarcar la estancia, mi cuerpo o cualquier
peligro inminente. Le ofrecí de beber, no bebió agua. Le di comida más nada
comió. Era su estatura tan grande como la mía de pies y manos frías, era
delgado como un junco, tranquilo y silencioso, con pisadas que despertaban la
duda y el misterio más profundo. Me tendió su mano, y aquella mano se abrazó a
la mía como una simbiosis o un pacto consentido. Le seguí sin miedo, caminé
junto a él en aquella noche cerrada sin luna ni estrellas, donde todo olía a
calma y a paz… Y sin querer saber, ni indagar me perdí en la niebla junto a
él... Con el sonido del silencio clavado a nuestra espalda. Días más tarde,
encontraron nuestros cuerpos en el sendero que lleva hacia el río, estábamos
muertos, pero nuestras manos seguían unidas. Nos llevaron al cementerio y con
el mismo silencio con el que partimos allí nos dejaron, solos, sin nadie que
nos llorara pero unidos en cuerpo y alma para siempre.
Cuando escribí ese mini-relato que gracias a la revista ABSOLEM se me público, había leído una noticia muy parecida y ello me inspiró para dejar ir mis letras. Gracias de nuevo por publicarlo. Antonia Pilar Villaescusa Rius.
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