La leyenda del Gólem se considera
precursora de uno de los mitos más fascinantes
de la ciencia ficción: La creación por parte del ser humano de robot, androides, seres mutados o
replicantes que pueda dominar y que se asemejen a él. En un deseo ancestral y atávico que empuja al hombre a emular y sentirse parejo a su Creador.
El origen de la historia del Gólem se remonta
al siglo XVI. Cuentan que en gueto judío de Praga vivía Judá León, un eminente rabino (Marahal),
conocedor de la Cábala,
astrólogo y alquimista. Este rabino logró crear,
un hombre artificial de arcilla. Su intención era utilizarlo como criado, para tocar las campanas en la sinagoga
y realizar las tareas más penosas del
quehacer diario. Este humúnculo cobraba vida sólo cuando el rabino colocaba detrás
de los dientes una chapa metálica con la
inscripción mágica “emeth” que
contenía la verdad del nombre oculto o no revelado del Hacedor. Del invento no
salió un auténtico humano, sino una mole de barro, sin capacidad fonadora, tosca
y poco inclinada al trabajo. La
animación del aprendiz de hombre duraba
hasta que su creador borraba la e de
la palabra mágica y quedaba “met” que significa muerto. Judá León abstraído
por sus estudios cabalísticos e inmerso en
la preparación del Sabbat, olvidó un viernes por la tarde quitar la chapa con
el secreto del Innombrable y que sólo él conocía. El Gólem, entonces cayó en una
suerte de estado de ofuscación y
desvarío. Destruyendo todo lo que encontraba a su paso por las angostas calles
del gueto judío y provocando el pavor entre quienes se tropezaban con él. Avisado
el rabino de lo que acontecía, salió en su busca y se enfrentó a él hasta
conseguir arrebatar de su boca la dichosa inscripción con la Clave. El Gólem, ya
sin vida cayó al suelo desmoronado y del “coloso de arcilla” no quedó más que una figura enana de barro. Según
Sholem el Gólem fue encerrado en una
habitación sin acceso y sale cada 33 años como un fantasma infernal al que todo el mundo teme.
Esta leyenda fantástica ha sido recurrente y continua fuente de
inspiración para la literatura y el cine
y en especial el género de la ciencia ficción.
J.L Borges desde muy joven estuvo interesado
por los estudios cabalísticos. Pronto se interesó por las leyendas y
supersticciones de la cultura hebrea y en
especial por el Golem. Él mismo aprendió el alemán leyendo la novela de Gustav Meyrink “Der
Golem”, había visto la película dirigida por Paul Wegener [Der Golem, wie er in die
Welt Kam (1920) y conocía a fondo el libro La cábala y su simbolismo del erudito judío G. Schoem. El profundo
conocimiento del tema le sirvió sin duda de inspiración para escribir su poema
“ El Gólem.
Borges
en su biografía confiesa, con la modestia propia de los genios, “que según su
amigo A. Bioy Casares, el mejor de
los muchos, de los demasiados poemas que había perpetrado había sido
sin duda El Gólem. Borges así también
lo creía, porque aunaba lo patético con
lo humorístico. Asimismo, afirmaba J.L.Borgues, que El Gólem es al rabino lo que el hombre es a Dios y lo que el poema es al
poeta.
En
mi humilde opinión es uno de los más hermosos poemas que he leído . Espero que
lo disfruten :
El Gólem, de JORGE LUIS BORGES
Si (como afirma el griego en el Crátilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.
Y, hecho de consonantes y vocales,
habrá un terrible Nombre, que la esencia
cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales.
Adán y las estrellas lo supieron
en el Jardín. La herrumbre del pecado
(dicen los cabalistas) lo ha borrado
y las generaciones lo perdieron.
Los artificios y el candor del hombre
no tienen fin. Sabemos que hubo un día
en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
en las vigilias de la judería.
No a la manera de otras que una vaga
sombra insinúan en la vaga historia,
aún está verde y viva la memoria
de Judá León, que era rabino en Praga.
Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dio a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,
la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
sobre un muñeco que con torpes manos
labró, para enseñarle los arcanos
de las Letras, del Tiempo y del Espacio.
El simulacro alzó los soñolientos
párpados y vio formas y colores
que no entendió, perdidos en rumores
y ensayó temerosos movimientos.
Gradualmente se vio (como nosotros)
aprisionado en esta red sonora
de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.
(El cabalista que ofició de numen
a la vasta criatura apodó Golem;
estas verdades las refiere Scholem
en un docto lugar de su volumen.)
El rabí le explicaba el universo
"esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga."
y logró, al cabo de años, que el perverso
barriera bien o mal la sinagoga.
Tal vez hubo un error en la grafía
o en la articulación del Sacro Nombre;
a pesar de tan alta hechicería,
no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.
Sus ojos, menos de hombre que de perro
y harto menos de perro que de cosa,
seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.
Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
ya que a su paso el gato del rabino
se escondía. (Ese gato no está en Scholem
pero, a través del tiempo, lo adivino.)
Elevando a su Dios manos filiales,
las devociones de su Dios copiaba
o, estúpido y sonriente, se ahuecaba
en cóncavas zalemas orientales.
El rabí lo miraba con ternura
y con algún horror. '¿Cómo' (se dijo)
'pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?'
'¿Por qué di en agregar a la infinita
serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
madeja que en lo eterno se devana,
di otra causa, otro efecto y otra cuita?'
En la hora de angustia y de luz vaga,
en su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.
Y, hecho de consonantes y vocales,
habrá un terrible Nombre, que la esencia
cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales.
Adán y las estrellas lo supieron
en el Jardín. La herrumbre del pecado
(dicen los cabalistas) lo ha borrado
y las generaciones lo perdieron.
Los artificios y el candor del hombre
no tienen fin. Sabemos que hubo un día
en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
en las vigilias de la judería.
No a la manera de otras que una vaga
sombra insinúan en la vaga historia,
aún está verde y viva la memoria
de Judá León, que era rabino en Praga.
Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dio a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,
la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
sobre un muñeco que con torpes manos
labró, para enseñarle los arcanos
de las Letras, del Tiempo y del Espacio.
El simulacro alzó los soñolientos
párpados y vio formas y colores
que no entendió, perdidos en rumores
y ensayó temerosos movimientos.
Gradualmente se vio (como nosotros)
aprisionado en esta red sonora
de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.
(El cabalista que ofició de numen
a la vasta criatura apodó Golem;
estas verdades las refiere Scholem
en un docto lugar de su volumen.)
El rabí le explicaba el universo
"esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga."
y logró, al cabo de años, que el perverso
barriera bien o mal la sinagoga.
Tal vez hubo un error en la grafía
o en la articulación del Sacro Nombre;
a pesar de tan alta hechicería,
no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.
Sus ojos, menos de hombre que de perro
y harto menos de perro que de cosa,
seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.
Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
ya que a su paso el gato del rabino
se escondía. (Ese gato no está en Scholem
pero, a través del tiempo, lo adivino.)
Elevando a su Dios manos filiales,
las devociones de su Dios copiaba
o, estúpido y sonriente, se ahuecaba
en cóncavas zalemas orientales.
El rabí lo miraba con ternura
y con algún horror. '¿Cómo' (se dijo)
'pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?'
'¿Por qué di en agregar a la infinita
serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
madeja que en lo eterno se devana,
di otra causa, otro efecto y otra cuita?'
En la hora de angustia y de luz vaga,
en su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?
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