En los jardines de un sanatorio mental situado a las
afueras de Guadix, un día nublado a la espera de que salga el sol, Juan y
Lucas, dos locos borrachos que se piensan alienígenas venidos de un planeta
lejano llamado Parrasyrah 1, de la galaxia ultrasideral Granvía Vinicolae,
hablan sobre ciencia-ficción tumbados
sobre hamacas de pvc de color blanco.
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¿Tú qué piensas sobre la ciencia-ficción, Lucas?
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Pues que gracias a la brillante imaginación de los seres humanos se han creado
personajes y superhéroes, mundos paralelos, fantasías interestelares,
realidades virtuales, se ha contactado con civilizaciones alienígenas, las
agencias de inteligencia y espionaje han copiado ideas y han desarrollado
teorías, se han inventado nuevos aparatos y un sinfín de cosas más.
Verdaderamente la ciencia-ficción es algo apasionante y curioso, algo que nos
acompaña a todos los seres inteligentes (humanos o no) casi desde el comienzo
de los tiempos, casi desde que empezamos a pensar y a romper el cascarón de la
animalidad.
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Mira lo que te digo Lucas, te estás rayando como un disco de vinilo. Si la
realidad supera a la fantasía no entiendo para qué queremos tanta ficción. Con
la realidad nos basta y nos sobra. No necesitamos más aliños.
_Juan,
la ciencia-ficción siempre va por delante, abriendo camino, es el adalid de los
acontecimientos y de las revoluciones. La ciencia-ficción es como la utopía.
Lucas y Juan llevan ingresados en este hospital
siquiátrico casi diez meses. Desde su ingreso no oyen otra música que los Ketama, en especial el tema que dice:
“No estamos locos, sabemos lo que queremos”. Al cabo del día pueden escucharla
más de cincuenta o sesenta veces, es como si fuera su “om” espiritual, una
especie de mantra sagrado.
En realidad, Juan y Lucas, son dos
paisanos de Guadix, uno del barrio de San Miguel y el otro del barrio de
Santana, ambos bastante aficionados al tintorro y las bodegas desde muy jovencitos.
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¡Acércate! –dice en voz baja Lucas.
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¿Qué quieres, alienígena? – le contesta igualmente Juan hablando casi al mismo
tiempo.
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No se lo digas a nadie; pero te voy a contar en primicia un secreto, creo que
el director de esta nave espacial es un robot – dice Lucas susurrando.
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¡No jodas, Lucas! ¿Por qué?
_El
otro día le sorprendí en su despacho y observé que le salían dos cables de sus
orejas, parecía que hablaba solo. Además estaba colorado como un pimiento
morrón.
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Eso serían los auriculares o el manos libres del teléfono móvil; ya sabes tú que
es un gran forofo y le gusta escuchar el fútbol por la radio. Y su afición por
el güisqui también es de sobra conocida.
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Pues yo juraría que es un robot de última generación, no ves que tiene cara de
pocos amigos y siempre está enfadado. Y habla solo. ¿Sabes una cosa, Juan?
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¿Qué?
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Que si la montaña no puede venir a la ciencia-ficción, tranquilo que, la
ciencia-ficción irá a la montaña.
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Cierto es, alienígena – dice Juan que hace un gesto afirmativo con la cabeza
para seguirle la corriente.
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¿Cierto? ¡No! ¡Ciertísimo! ¡Tan cierto como que soy un extraterrestre! La ciencia-ficción
mueve montañas.
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¿Querrás decir la fe?
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Sí sí, por supuesto, la fe. Ahí quería llegar yo. La fe es la mayor prueba de
que la ciencia-ficción mueve el mundo. La fe es su máxima expresión, la piedra Rosetta de las verdades reveladas por la
fantasía de la ciencia-ficción.
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¡Con la Iglesia hemos topado, querido extraterrestre! – le contesta Juan con
tono sarcástico. ¿Adónde quieres llegar, compañero de fatigas? – dice Juan mientras
se gira en la hamaca como un pollo en el asadero a punto de ser trinchado.
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Juan, ¡espabila coño! ¿Acaso no pueden entenderse todas las religiones del
cosmos como la suprema confirmación de la fantasía humana y del triunfo de la
ciencia-ficción sobre las demás sabidurías? ¿Acaso Dios no puede entenderse
como el superhéroe más poderoso y conseguido de todos cuantos existen, y el que
controla y mueve más voluntades que ningún otro?
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¡No desvaríes más, Luquitas, si no fuera
porque yo también estoy aquí dentro contigo diría que estás como una auténtica
regadera! ¡Vamos, como una cabra! Esperemos que no nos escuche el señor
director las conversaciones que tenemos, porque si lo hace no salimos de aquí
ni haciendo el pino con las antenas; pero bendita ciencia-ficción si con ella
somos más felices, somos más libres y nos hacemos mejores personas.
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Juan, y qué importa lo que diga un loco aquí dentro. Ahí fuera hay muchísima gente que dice
verdaderas locuras y; sin embargo, nadie les cuestiona su liderazgo. No
olvides, querido Juan, que el presente siempre será de los cuerdos; pero el
futuro siempre estará en manos de los locos.
Sobre las 13:45 horas, cansado de ver
pasar nubes, Juan y Lucas deciden ir al comedor a reponer fuerzas porque saben
que con el estómago vacío no hay cerebro que funcione ni ciencia-ficción que
valga. Cuando ambos entran al comedor, el camarero encargado del servicio
saluda atentamente diciendo: ¡Buenas tardes, señor Joaquim, que tenga un buen
almuerzo! Éste, mirando con asombro, continúa su camino hablando solo.
Raro es que no se tropezaran conmigo
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